Cinco poemas de Roland Leighton

Todos los llamados war poets, es decir, los poetas que conocieron las trincheras de la I Guerra Mundial, tienen la misma característica: murieron jóvenes. Igual que les ocurriera a Wilfred Owen y a C.H. Sorley, Roland Leighton recibió un disparo mientras avanzaba por tierra de nadie. Su vida fue tan breve que solo tuvo tiempo de escribir dieciséis poemas, ahora recogidos por El Desvelo Ediciones en el volumen Un llanto sobre el mar, antología a cargo de Paula Campos Fernández.

***

Triolet 

Hay un llanto sobre el
mar, y el año viejo se
muere.

Llega con las alas de la noche hasta
mí; hay un llanto sobre el mar,
y el hondo corazón del mundo
suspira por lo que no pudo ser.

Hay un llanto sobre el
mar, y el año viejo se
muere.

***

L’Envoi

Apenas sólo un giro de
cabeza, un adiós levemente
pronunciado, y partisteis en
busca
del destino como hombres.

Pero nuestros caminos de juventud se cruzaron una
vez; y no penséis, compañeros,
que olvidaremos la inmensa
deuda contraída con vosotros.

Seguid caminando; y aunque la
fama llegue a coronar vuestro
nombre, recordad dónde vivisteis
los días de la infancia.

Y en los años más oscuros de la vida
mirad cómo las ilusiones y los miedos
pasados se mezclan con lágrimas de la
memoria
y la culpa y la alabanza.

***

Clair de Lune

Suaves por el aliento de las
flores y por la risa de lluvias
pasadas, las encendidas
horas de luz pálida envuelven
el prado y el bosque;

y por el susurrante río
bajan los reflejos rizados
de la luna
sobre olas que irrumpen y
recelan por miedo a unirse con
el mar.

Mas cuando envejece la
noche y su silencio aún es
más frío, el negro de los
álamos feroz
se vuelve contra el cielo que amanece.

Las brasas que el nuevo día
enciende unen los sueños de
junio y diciembre; y nadie lo
recuerda
salvo la luna y yo. 

***

Sobre un cuadro de Herbert Schmaltz

Un rostro marmóreo, sin pasión, como de alguien
a quien hubiera mirado la terrible gorgona y, sin embargo, sus
ojos son claros, húmedos ojos de fulgor amatista
como estanques al amanecer, ojos ante cuya mirada
uno no se atreve a hablar, temeroso de que toda su
ternura se funda en una sola lágrima irisada…

***

En el jardín de rosas

Pétalos rosicler bajo el rocío;
como alas de rosa
desplegándose;
—¿Qué puede haber —pensé— más
bello en todo el mundo?—

Unos pasos ligeros aunque indecisos
(¿qué otra cosa podría haber hecho
ella?) cruzaron desde la sombra del
cenador hacia el sol.

Mediodía y un esplendor perfumado,
dorado y rosa y rojo;
—¿Qué son, después de todo, —me
dije— las rosas para mí?—

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Autor: Roland Leighton. Traductora: Paula Campos Fernández. Título: Un llanto sobre el mar. Editorial: El Desvelo. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO

Roland Aubrey Leighton (Londres, 1895-Somme, 1915) fue un poeta que, como otros war poets, defendió el pacifismo en su obra. Hijo de dos escritores, Robert Leighton y Marie Connor Leighton, mantuvo una relación de juventud con la también autora Vera Brittain. La I Guerra Mundial estalló justo con Roland terminaba el instituto. Movido por su patriotismo, se alistó inmediatamente y fue enviado al frente francés. Un año después, recibió un disparo mientras estaba al descubierto en tierra de nadie.

Imagen de portada: Roland Leighton

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Laura Di Verso. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 14 de marzo 2023

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía

5 poemas de Pureza, de Irene Domínguez.

Irene Domínguez mereció uno de los accésits del Premio Adonáis 2022 con un poemario de inspiración juanramoniana del que cabe resaltar, según el jurado, “su poderosa evocación de la infancia y por la fuerza con la que describe la cotidianidad, las relaciones amorosas y la crisis generacional que afecta a tantos jóvenes de hoy”.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Pureza (Rialp).

***

LA TORRE, EL CABALLO Y EL ALFIL 

No me canso de decirle a mi entrenador
tira la toalla
pero él no oye nada porque ni en el ring ni fuera
se le ha visto nunca.
Quizás, a su manera, trata de salvarme
del deshonor.

Eugenio Montale

Vienen sólo para pegarse entre ellos
y muchos no tienen dinero ni cama
en la que descansar después de la pelea.
Han cruzado el Mediterráneo
para perseguir un futuro
tan lejano y cercano como la distancia
que separa su piel quemada de la lona.
Cada domingo olvidan sus trabajos
en el cuadrilátero frente a otros
que son rivales y reflejo de sí mismos.
El entrenador, con voz de compañero
de celda, les grita:
patada recta patada con paso patada diagonal
y lo ejecutan perfectamente sin saber
que una tradición lo llama
«el movimiento de la torre, el caballo y el alfil».
Son tan puros como la sangre que salta en un golpe seco.
Tal vez en otro país o en otro mundo distinto a este,
alguien les dijo que aquí podrían honrar sus apellidos.
Por primera vez alguien
se dirige a ellos por sus apellidos.
Este domingo a las ocho de la mañana
busco en ellos mi instinto de morir, mi instinto de matar,
y me juego lo único en mí que no odio, mi nariz,
y me vendo el pecho para parecerme a ellos.
Porque alguien también me dijo
que aquí podría honrar mis apellidos.

*** 

ME tapé los pendientes con las manos frente al espejo.
Le dije a mi padre: mira, ¡soy un niño!
Pero temía llegar a clase y dejar de gustarte,
que mi feminidad no fuese feminidad suficiente,
que me dejases por otra niña y jugases a los papás con ella
(no soportaba imaginarte siendo marido de Elena
o de Sandra o de María o de Carmen).
Mi padre me besó la frente, me cogió en brazos
y me sentó en su Renault rojo matrícula dieciséis dieciséis.
Ese día fuimos al campo y jugamos al fútbol.

***

A Guillermo Marco Remón

ME regalaste un pompero por mi cumpleaños.
Lo trajiste como si un tesoro te hubiera bendecido las manos.
Te dije que era mi juguete favorito
y te enseñé la forma de que durase mucho más,
capturando una en el aire para crear otra nueva.
Ese día hicimos muchas, juntos,
y pensamos que nos durarían para siempre
las pompas y la infancia.
En algún momento creceríamos y me enseñarías
ese poema de Pessoa sobre pompas de jabón
con una precisión redondita o aérea
y comprendería que tú eras el chiquillo
que se entretiene en soltar por la pajita
toda una filosofía.
Nuestras pompas entonces eran inocentes,
brisa que apenas roza las flores al pasar,
besos de niños al aire. Ahora son caóticas
y tienen versos de poemas que nos gustan.
Verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Cambiaríamos las pompas
por otros juegos menos niños,
pero nuestro amor seguiría toda esa filosofía.
Nos enseñaríamos la forma de que durase mucho más.

***

PERO tú qué te has creído Irene little Irene
con ese vestido de gomas que se pegan a tu cuerpo
y ese escote redondo de barco que naufraga
por esas islas que sólo habitan reyes.
Cuántas veces tenemos que tocarte las palmas
y llamar tu atención, cuántas veces tenemos
que llamarte sultana o emperatriz
y prejuzgarte y avisarles a tus chicos
de lo diabla que eres,
y la de veces que has hecho por ganarte esa fama.
Sólo nosotros lo sabemos.
No fue abandono, fue supervivencia.
Te quiero, pero no soporto la forma que tienes
de derribar los muros cuando me miras.
Tus ojos en llamas nos han quemado los entresijos
de la ingenuidad.

***

KIM K. ACABA DE COMPARTIR UNA PUBLICACIÓN 

You want a piece of me.

Britney Spears

¡Basta de silencios!
¡Gritad con cien mil lenguas!
porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!

Santa Catalina de Siena

Vosotros queréis un pedazo de mí,
cuando me veis sola y hecha añicos,
pero yo no soy solo yo.
Pertenezco a una raza que ya existe,
de muñecas rusas fabricadas por artesanos
que las multiplican con variaciones
(medalla de oro, pecho blanco, mejillas rosas…),
y que todo el mundo desea abrir,
todas con un nombre distinto tallado,
todas con algo familiar en la mirada.
Vosotros queréis un pedazo de mí,
saquear mi cuerpo igual que Borchardt Nefertiti.
Por eso me corté las tetas
y os las ofrecí en una bandeja de plata.
El dolor me convirtió en Catalina.
Sangré por los costados mientras las palabras
salían dictadas a borbotones,
como si Alguien guiase mis manos,
las mismas manos que nos abrazan cuando os marcháis.
Con el pelo empapado de sangre
me seguís mirando y me decís que gotea,
que lo esparza por vuestras páginas escritas a mí,
a nosotras, a las de esta antigua raza milenaria,
por esos versos que se multiplican y apelotonan
hasta convertirse en un silencio
que grita con cien mil lenguas.
Quise quitarme del cuello la medalla de oro,
deseé un pecho menos blanco, unas mejillas ásperas,
y sentí envidia del artesano ambulante
que talló mi nombre propio,
que entregó el suyo, conmigo, a la artesanía.
Era la única manera de sobreviviros a todos.
Vosotros queréis un pedazo de mí.
Aquí estoy, cogedlo,
pero no os cortéis con los añicos.

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Autora: Irene Domínguez. Título: Pureza. Editorial: Rialp. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Imagen: Cubierta de portada de “Pureza”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 13 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía

4 poemas de Demonios, de Ben Clark.

Ben Clark no solo es uno de los poetas españoles que mejor expresa las emociones en sus piezas, sino también uno de los más reconocidos por la crítica, como demuestra un palmarés que incluye los premios El Ojo Crítico, Hiperión y Loewe. Ahora regresa a las librerías con un poemario, Demonios, en el que se adentra en los espacios oscuros del duelo y la muerte.

En Zenda ofrecemos cuatro poemas de Demonios (Sloper).

*** 

HIPIQUIENNE

Al escultor y ceramista Gerry Clark

Sospecho de las piezas más grandes que su puño.

El puño de mi padre que, sin amenazar,

representa volúmenes, fronteras,

las masas que no deben, que no pueden ser sólidas.

Cualquier cosa más grande ha de ser hueca,

y cualquier cosa hueca tiene que respirar.

Es lo único que sé, lo único que aprendí

de su oficio: que hay pocas cosas sólidas,

que es rara la escultura

que no contenga el eco del secreto,

que no existe cerámica en el mundo

que no respete el puño de mi padre.

Y a mil doscientos grados los ollares

de sus caballos eran de verdad,

en el infierno, vivos, respiraban

exhalando el vacío de sus cuerpos,

los secretos que habían compartido

con mi padre y que sólo

podría revelar la destrucción.

Cualquier cosa más grande que su puño

me conduce a la idea de la muerte,

al presagio ominoso de un error

de cálculo, a caballos reventando

en trincheras de fuego de Verdún:

montañas de animales que se ahogan

o que vagan igual que pensamientos

al final de un poema. Pero el puño

de mi padre, cerrado

sobre las verdes sábanas no estima

los límites de nada, si pudiéramos

hacer un molde, hacer un vaciado,

que él lo supervisara —ocho millones

de caballos murieron en la Gran Guerra casi

todos de agotamiento—.

Mi padre abre la mano y los planetas

se avergüenzan un poco de sus núcleos,

hacen fiestas los potros de Altamira,

y retumban los cráneos vacíos

de todos los guerreros de Xian,

abre la mano y vuelan

murciélagos albinos en las cuevas

del Cáucaso, chillando como alarmas

que alertan del final de la alegría.

Llega el frío, los cuerpos se contraen,

y migran los caballos hacia el sur.

El tiempo acumulado se hace sólido

y algo, en alguna parte, se fractura

porque no puede ser de otra manera,

porque es la ley del puño de mi padre.

***

@BelenBermejo

Dicen que va a haber tormenta a las seis

que lloverán palabras, frases, libros

enteros —un peligro—, dicen que la tormenta

viene de lejos: años, quizá décadas

o siglos —nadie sabe—, dicen que las palabras

se irán acumulando hasta arrastrarlo

todo, todo el pasado y el presente

y también el futuro.

Un terrible aguacero de libros no leídos,

la historia no narrada del corazón humano

nos va a empapar, Belén,

y tú no vas a estar para cuidarnos,

para decirnos calma, no es más que una tormenta

de libros, de recuerdos, de palabras

que a veces, no, no bastan

pero eso ya no puede darnos miedo.

Si estuvieras aquí,

quizá nos abroncases por miedicas:

en el Retiro están los agapantos

ya casi florecidos, en las mesas

de novedades cantan

las sirenas de miles de odiseas,

y el mundo está repleto de rincones

y de relatos nuevos, cada día.

Dicen que habrá tormenta. ¡Yo no sé!

Por si acaso, no traigo más que un libro

con el que guarecerme,

por si el agua diluye este dolor,

por si lo que diluvia es la alegría.

***

Gajes del oficio

Para Max

Me propuse crear un gran poema.

Pero en vez de escribir llamé a mi hermano

y estuvimos hablando de la infancia.

Cuando volví a sentarme

me sorprendió el mensaje de un amigo.

«Es un niño», decía. Como es lógico

lo llamé de inmediato

y estuvimos dos horas celebrando

el milagro sencillo de la vida.

Y ahora estoy aquí,

delante del papel, extenuado

por tanta poesía y sin haber

escrito todavía un solo verso.

***

Retrato del poeta adolescente

Me duele el corazón y un pesado letargo

aflige a mis sentidos

John Keats

Un poema que no hable de tu infancia,

que no mencione nunca a aquel amigo

que un día, de repente, fue un recuerdo.

Un poema que no tenga palabras

que convoquen los sábados de otoño

cuando nadie llamaba para el cine.

Un poema sin años de instituto

y sin amores huérfanos

exageradamente exagerados.

Esto estoy escribiendo.

Un poema

sin referencia alguna a tu dolor,

a la cueva que hiciste con tus libros

mientras ellos quedaban en la playa.

No voy a recordarte aquellos años.

Este poema puede ser distinto.

Tienes tiempo, conoces

los atajos, los trucos y los golpes

de efecto que funcionan casi siempre.

Ponte a ello pues, escribe cosas nuevas:

construye una alegría en este verso.

Pero hay algo detrás que te lo impide.

Detrás de este poema está el poema

del que llevas huyendo desde entonces.

El poema que no,

el poema que nada,

el poema que nunca.

Un poema de piel de ruiseñor

que desea el deseo

y que no quiere ser distinto, raro,

que querría dejar de ser poema

para ser cuerpo, culpa, su secreto

guardado en un diario rosa palo

(o algo igualmente cursi, da lo mismo).

Lo que quiero decir es que no puedes

escribir el poema que hay detrás,

pero tampoco puedes

conjugar las palabras de otro modo.

Por eso esto no es nada, es un poema

que no, que niega toda relación

con tu pasado triste de medusas

cazadas en la orilla

cuando ellos se reían bajo el sol

y cuando ellos se amaban bajo el sol

y tu escribías versos en el agua.

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Autor: Ben Clark. Título: Demonios. Editorial: Sloper. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO

Nacido en Ibiza en 1984, Ben Clark es un poeta y traductor español. En 2006 recibió el Premio Hiperión, en 2014 obtuvo El Ojo Crítico de RNE de Poesía y en 2017 el Premio Loewe. Es tutor de poesía de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Reside en Mérida, Badajoz, desde donde dirige el sello editorial Isla Elefante, especializado en poesía contemporánea.

Ben Clark. Foto: Alberto de la Rocha.

Imagen: Cubierta de portada de “Demonios”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Laura Di Verso. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 12 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía.

La poeta del corazón enmascarado.

En Grand Central Station me senté y lloré, publicado en Inglaterra en 1945, es el legado poético de esta mujer que a pesar de su inteligencia, eligió subordinarse al amor de un hombre y a sus hijos.

Guardaba entres las sábanas de su cama el boleto del autobús donde se encontró con George Barker por primera vez, se había enamorado de él antes de verlo, cuando leyó sus poemas publicados en revistas literarias amparado por T.S. Eliot (el mecenas de Barker) y cuando descubrió uno de sus libros en Better Books, la famosa librería de Charing Cross Road en Londres. 

Después, solo tuvo que escribirle haciéndose pasar por una coleccionista de manuscritos a la Universidad de Sendai (en Japón, donde Barker era profesor de inglés), gracias a una celestina sin intenciones: Lawrence Durrell, editor en ese momento de The Booster, que le pasó el dato. 

El boleto que ahora exhibe la Biblioteca Nacional de Canadá y que fue encontrado cuando Elizabeth murió es el vestigio inaugural de un amor cuestionado. 

Ella era una canadiense rica, él, un británico casado, se fueron a vivir a California, tuvieron cuatro hijos y se peleaban a diario con un portazo estelar donde George quedaba del lado de afuera y volvía (cuando volvía) muchos días después. La mujer que se había enamorado del sonido de sus palabras, de ese “sonido jugoso que corre, burbujea, embriaga”, crió sola a sus hijos y escribió un libro para contar ese amor: En Grand Central Station me senté y lloré, publicado en Inglaterra en 1945. 

Un legado ensordecedor, un tratado poético, un libro de culto, un espanto, una gloria y el lugar de la memoria que nombra sin nombrar porque para ella “él era un objeto de amor y no podía ser nombrado». La escena del boleto testigo, esa escena en la que está parada en una esquina “y todos los músculos de mi voluntad están reteniendo mi terror para enfrentar el momento que más deseo”, inicia el viaje iracundo. 

Pero la vida en furia de Elizabeth no terminaba con la salida de George ni con los restos sangrientos sobre el cuerpo ni con las borracheras ni con los labios mordidos tras la pelea, la vida en furia, era -según escribió Christopher, uno de sus hijos- una vida en continuado dependiente: “a pesar de ser una autora consumada, siempre jugó un papel subordinado a los hombres en su vida (…) mi madre, la mujer de ‘corazón enmascarado’ solía preguntarle a mi padre si era una desventaja en la vida que una mujer tenga inteligencia”. 

“Que nadie por más exquisita que sea su prosa poética escriba un libro así”, pidió en los años sesenta Angela Carter en una reseña en la que agregaba que era “como Madame Bovary atravesada por un rayo”, un rayo con versos que Morrissey rescató y cantó en los años ochenta. 

Elizabeth que sabía de memoria los sonetos de Shakespeare, publicó su primer poema a los diez años y su primer libro a los quince. Su romane con Barker duró intermitentes décadas, él nunca se separó, tuvo muchos hijos con otras mujeres (dicen que quince) y ella vivió romances con algunos hombres, con algunas mujeres. Fue redactora de anuncios publicitarios que hoy serían un éxito en Instagram, vendió alfombras, tiaras y radios hasta que llegó a ser una de las editoras con mejor sueldo en la Inglaterra de los años sesenta. 

Cuando su novela se reeditó en 1966 y se convirtió en un éxito de ventas se instaló en Suffolk, en una casa de campo y escribió relatos, poemas, novelas, libros de cocina, de vino y de jardinería. Lejos había quedado su familia canadiense que horrorizada por su amor publicado la había dejado sin dinero (su madre tiró los ejemplares que pudo y prohibió la publicación en Canadá), lejos los años de platos semi vacíos, las noches de los retratos (uno de Lucian Freud) y el aluvión de vodka, lejos las anfetaminas que la mantenían despierta toda la noche para trabajar en publicidad y pagar la escuela, todo estaba lejos, todo menos el rumor de las palabras de George y su boleto almohada. 

Imagen de portada: Elizabeth Smart, la poeta desmesurada, en la época en que conoció a George Barker.

FUENTE RESPONSABLE: Página 12. Por Marisa Avigliano. 3 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Narrativa/Poesía.

4 poemas de Beatriz Iriart.

ESTADO DE SITIO

Hay estado de sitio

en la ropa raída

en los pesares diarios.

Hay estado de sitio

en las barricadas

cuando amanece

y no hay amor

y hay hambre.

MIESES

Te doy

mis genuinos girasoles

me das

una canción

con tus manos de matar

y ambos componemos

la melodía cruel y devastadora

de un exilio prematuro.

PARNASO Y ABISMO

Me hiere la risa que apuñala

como antes.

Los silencios extensos

por donde emergen los fantasmas.

No tener respuestas

al túnel de sombras.

Los fuegos estólidos.

Los profanadores de esperanzas.

Los rostros que se esfuman

Desconociendo

que como ayer

los estamos esperando.

INSOMNIO

Soy una pesadilla errante

un sueño mal parido

un blues en madrugada

una ilusión perdida

un duelo de antemano

en las gélidas noches de

un otoño anunciado.

Imagen de Portada: Beatriz Iriart – https://beatriziriart.blogspot.com/

FUENTE RESPONSABLE: Beatriz Iriart. 9 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía.

BIO: BEATRIZ IRIART

Nace en otoño (12 de mayo) en La Plata, Argentina.

Miembro de la "Sociedad de Escritores

Latinoamericanos de California y Capítulo Internacional en Internet (SELC y CII), California, Estados Unidos.  Ha recibido premios y menciones de la S.A.D.E (Sociedad Argentina de Escritores), S.E.P (Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires). 

Miembro de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos de California y Capítulo Internacional en Internet (SELC y CII), California, Estados Unidos, entre otros reconocimientos.

Publicó los libros:

"Perspectivas" (1977)

"Collage de Cinco" (1981)

“Extraño Linaje” (1984)

"La Muerte Quiere” (2003)

"La Muerte Quiere" segunda edición (2016)

"Te He Soñado Tanto Libertad" (2017)

Su obra es publicada en inglés y portugués en varios países y en   diferentes antologías en su país y en el extranjero.

Estudió cerámica y pintura.

Formó parte del movimiento underground en la década del '70, colaborando con la revista literaria "Machu Picchu ".

La afamada compositora venezolana Diana Arismendi, compuso en el año 2015 la obra “In memoriam”,  para conmemorar el HOLOCAUSTO, inspirándose el segundo movimiento de la obra en el poema “Yo estuve en Auschwitz” de la poeta Beatriz Iriart. 

El concierto fue organizado por  el Espacio Anna Frank de Caracas y participó la orquesta Sinfónica de Venezuela dirigida por el maestro Alfredo Rugeles.

Holocausto: Con poemas de Maiakovski, Elsa Langer, Beatriz Iriart y un texto de Javier Romañach, la Fundación Rey Ardid recordó al millón de personas con discapacidad asesinadas por los nazis / España, 3 de febrero de 2015.

Si deseas ver los vídeos, cliquea por favor en cada link. Muchas gracias.

Poemas en video:

Los caminos del sentido

Poner atención al verso y no al poema. Poner atención al poema, y no al verso. Abrirle un tajo a las palabras, capilarizarlas. Añadir capas de sentido. Pensar: qué quiso decir. Pensar: qué dice. Pensar: qué me dice. Pensar: qué quiero que me diga.

No es original Mariano Peyrou en las tesis que defiende en Tensión y sentido (Taurus, 2021). En el libro, que no es un manual, que no es una historia de la poesía, como se explica en la nota de la contracubierta, el poeta y teórico no hace más que reflejar algunos puntos de la teoría literaria contemporánea y ponerlos en acción. Además de sumar a estos sus propias meditaciones al respecto y jugar con una completa serie de ejemplos extraídos de autores que van desde Shakespeare a William Carlos Williams, desde Wallace Stevens a García Valdés. Y, de ahí, a la pintura, a la música clásica contemporánea, a la idea de Vanguardia y a las filosofías relacionada con la creación artística.

Qué es el sentido. Cómo las palabras ayudan a construirlo. De qué manera el lector asume ese juego de comunicación con el poeta. Y, sobre todo, qué herramientas ofrece el lenguaje para ello. A partir de estas preguntas Peyrou inicia un repaso por algunos de los recursos habituales de la lírica histórica —pero, sobre todo, contemporánea— en un texto que, como él mismo reconoce, está «lleno de incoherencias, contradicciones, ideas sueltas y relacionadas muy débilmente», pero que ayudan a pensar el poema desde su concepción hasta el momento de su lectura. Y darle vueltas a todas las metamorfosis que su sentido sufre a lo largo del proceso y de la vida real del texto, una vez publicado.

Dividido en siete capítulos donde el autor analiza recursos estéticos como la yuxtaposición, la repetición, la ironía y lo prosaico, el argentino propone una reflexión para que quien acuda al libro pueda realizar el ejercicio de repensarse como lector de poesía.

Porque más allá de plantearse como una relación de técnicas para el escritor, Tensión y sentido parece configurado para que el lector comprenda que la lectura no es un ejercicio pasivo, sino que existen sendas —más oscuras e intrincadas, más oníricas, más realistas y basadas en el recuerdo, más abstractas, más luminosas y evidentes— que se puede decidir recorrer junto al poema. O no. Y que todo sea válido.

Con su habitual encantamiento discursivo —solo hay que escucharle, una vez por semana, en las propuesta de lectura que ofrece en el programa de radio La Estación Azul, de RTVE— Peyrou se apega, sobre todo, a la sugerencia en este libro. ¿Y qué sugiere? Rebasar límites, hilar conceptos aparentemente desvinculados, anatomizar el poema para diseccionarlo. Pero no desde un punto de vista filológico o lingüístico, sino sensorial. Esa es la clave de Tensión y sentido. Como el mismo autor afirma, el objetivo es «entender que la mayoría de las veces un poema no es más que un espacio para escuchar al otro que hay en uno, para llegar a las zonas de uno mismo que no conocemos del todo bien, que no solemos transitar en la vida cotidiana».

Un libro fallido no es un libro erróneo

Tensión y sentido nace con un destino naufrago. Lo hemos dicho, el autor lo asume al inicio: «No soy un erudito ni tengo una teoría». Por eso, el texto es una tentativa de abordar ciertos problemas que surgen a la hora de leer y de escribir. Más aún: un intento de acercarse a la poesía contemporánea, pero también a la más antigua y a la vez a otras disciplinas artísticas sin el prejuicio habitual de quien teme no entender, no alinearse con los autores y autoras, con lo que han querido —si acaso lo han querido— decir algo.

El objetivo que Mariano Peyrou parece haberse planteado en su trabajo es recordar al lector que en su bolsillo están las llaves de una libertad que a veces olvida. Cabe pensar que el trabajo del poeta está hecho. Ahora es el turno del lector. Es el momento de la lectura, el disfrute, el goce, el dolor, el recuerdo… Todo lo que nazca de la interpretación: más literal y acertada; más divagante y errónea —¿puede haber errores en la lectura?—. Porque, en el fondo, el objetivo es el espacio en blanco que se cuela entre las sílabas de la palabra diálogo.

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Autor: Mariano Peyrou. Título: Tensión y sentido. Editorial: Taurus. Venta: Todostuslibros

Imagen: Cubierta de portada de “Tensión y sentido”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Daniel J. Rodríguez. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 7 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía/Reflexiones literarias.

Autobiografía, un poema de Lawrence Ferlinghetti

“Autobiografía”, es un poema de Lawrence Ferlinghetti de su libro A Coney Island of the Mind, publicado por la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, en edición bilingüe traducida por Antono Rómar como Un parque de atracciones de la mente, del que Zenda adelanta también la introducción.

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Caseta de información

Hay años famosos y años, en cambio, por los que no te dan ni la vuelta en una tienda de empeños. Los primeros, como 1945 o 1492, enseguida evocan una imagen o una idea muy precisas: la guerra, así 1914, o la conquista, digamos 1969. Por otra parte, la historia abunda en incoloros años vacíos, que son casi todos, en los que aparentemente nada memorable sucedió. Como el año -1307, el 604 o, es un decir, 1958.

Una mañana cualquiera de 1958, por ejemplo, sale a la calle un hombre de treinta y nueve años con una camisa blanca, barba marina y frente desabotonada. Es temprano aún, el sol se despega lentamente de las azoteas de San Francisco. Al poner sus pies sobre la acera, un perro pasa alegremente frente a su puerta. No tiene collar y le dirige una mirada amable, una sonrisa perruna a ese humano. Circula una corriente amistosa de afinidad instantánea entre ambos. Después de un segundo, el perro continúa su trote calle abajo, esquivando una bomba de incendios, dos bicicletas, a un viejo italiano. La actitud del chucho es jovial e indiferente. A Lawrence se le ocurre un poema. Lo empezará a escribir tan pronto como se siente detrás del mostrador de su librería. Son cosas intrascendentes que suceden en años banales. Hacia su librería se dirige entonces. Nuestro librero poeta se llama Lawrence Monsanto Ferlinghetti y está dándole las últimas pinceladas a su nuevo libro. Ya tiene título. Se va a llamar A Coney Island of the Mind.

Su anterior poemario lo publicó hace ya tres años. Parecen muchos más. Parece una maldita década entera porque, desde que emprendió su idea editorial, City Lights Books, le ha pasado de todo. No se imaginaba que regresaría de su viaje de estudios en Europa y, menos, enamorado de Selden. Pero se enamoraron. Y se han casado. Se han instalado en San Francisco y él ha montado una editorial y un negocio anexo, una librería, que ha resultado ser una idea magnífica y va viento en popa. Todo va muy bien para ser 1958, un año como cualquier otro. ¿Cómo iba a imaginarse cuando era niño y daba tumbos sin padre ni madre de un lado a otro del Atlántico que acabaría pisando la arena de Normandía y las cenizas de Nagasaki? 1944, Normandía. 1945, Nagasaki. Años memorables, sin duda. Después de aquello, claro que apetecía una temporada sin sobresaltos. Conoció a Selden en el barco que lo llevaba a Francia tras la guerra, intimaron en París mientras ambos estudiaban en la Sorbona, regresaron juntos y tenían un plan. Aspiraban solamente a establecerse en un sitio agradable donde llevar una vida corriente.

Sin embargo, no han dejado de lloverles cosas del cielo. Por ejemplo, un embargo a la editorial, un escándalo en la prensa de todo el país, un juicio por la libertad de expresión e imprenta por culpa del libro de Allen. O más bien por culpa de una sociedad hipócrita y moralista, no nos equivoquemos. Pero esa lluvia de rarezas no es solo metafórica. Más ejemplos, en febrero, durante un ejercicio de práctica nocturno, un bombardero B-47 dejó caer una bomba nuclear de 3500 kilos sobre la desembocadura del río Savannah, Georgia. No querían bombardear a nadie. La soltaron para proteger a la tripulación de la nave ante una posible colisión contra un avión de combate F-86. Aún les dio tiempo a pensar que no sería difícil recuperar el dispositivo termonuclear en las aguas poco profundas del río. Ni que decir tiene que esa bomba, por supuesto, no se ha encontrado jamás. De haber explotado sobre suelo estadounidense, 1958 sería un año un tanto más notorio. Un último ejemplo: un mes más tarde, hubo menos suerte. Otra bomba nuclear Mark 6 cayó accidentalmente sobre Carolina del Sur. El núcleo atómico estaba desarmado, pero las tres toneladas de dinamita que lo envolvían a modo de detonador sí explosionaron sobre el hogar de los Gregg en Mars Bluff. Era martes por la tarde. Las dos niñas Gregg y su prima estaban jugando a doscientos metros de donde ahora hay un cráter de veintiuno de ancho y once de profundidad. Walter, el padre, trabajaba en el campo. Ningún ser humano resultó herido. Todas las gallinas murieron. Qué año tan tonto fue 1958.

Lawrence piensa mucho en las bombas atómicas. Aparecen en varios de sus poemas y a partir de hoy también aparece un perro que ocupa un poema todo para él. Ya lo ha terminado, más o menos. (Nunca los termina del todo). Lo lee en voz alta. En la tienda una chica está leyendo en un rincón, sentada sobre una pila de revistas. Lawrence sabe que hoy no ha ido al instituto, pero está absorta en las páginas de un libro de Blake y él piensa que sin duda alguna eso convalida cualquier clase. Cuando termina su recitado, la chica levanta los ojos del libro un momento y simplemente ladra una vez.

No podemos culparle por pensar tanto en las bombas atómicas. Podría pensarse que EE. UU. no está siendo muy diligente en su gestión del armamento no convencional. Sin embargo, consideremos que, solo este año, 1958, este país realizará setenta y cinco ensayos nucleares y tanta bomba atómica de aquí para allá, a veces, ocasiona estos problemillas. Así que hasta los años triviales tienen sus días memorables y en 1958 uno nunca sabe lo que va a caer del cielo. En abril, el satélite Sputnik-2 se desintegra en su reentrada a la atmósfera con el primer y único ser vivo dentro, la perra Laika, que ha estado fuera de la Tierra (hasta ese momento). Llueve raro en 1958.

Al buen Lawrence, que desembarcó en Nagasaki apenas días después del bombardeo que puso fin a la Segunda Guerra Mundial y contempló horrorizado la huella del hongo atómico, le ponen enfermo estas noticias que lee en los periódicos. Lo único que puede hacer es escribir sobre ello. Compone sobre el papel acerca de todas sus preocupaciones sociales, pero sigue siendo un romántico que ha leído demasiado a Whitman, así que también escribe poemas sobre pintura, sobre la belleza de las cosas pequeñas, poemas delirantes como sueños lúcidos o viceversa y poemas lascivos o humorísticos o contemplativos y, de vez en cuando, le sale uno que es todo a la vez.

Su nuevo libro es un paseo por su mente siempre agitada, por el parque de atracciones de su mente. En su cabeza los versos suenan a jazz y son a menudo largos, incluso prosaicos, sobre todo cuando le da por la sátira social y política. De hecho, suele recitarlos junto a músicos mientras improvisan y él mismo improvisa a menudo, así que nunca lee el mismo poema dos veces y nunca están del todo acabados. Ha pensado que la sección central del libro contendrá precisamente ese tipo de poemas. El verso corto lo emplea, en cambio, en poemas más sentimentales, más líricos. Son piezas más delicadas y clásicas. Abundan en su primer libro. Le preocupa de hecho que el libro sea demasiado caprichoso, pero también le gusta que sea así. Ha decidido que incluirá algunos de los poemas de ese primer libro en la tercera sección. Aquel libro del que han pasado tres años que parecen una década: Pictures from the lost world. Son poemas en su mayoría que escribió en Europa, en sus viajes a España e Italia, mientras vivía en París y soñaba junto a Selden con tener algún día un sitio como este, donde pasar las horas tranquilamente leyendo, organizando encuentros literarios, pintando y escribiendo.

Mira a su alrededor y por primera vez quizás piensa que lo ha logrado. Se pregunta si eso es todo. Y si no es todo, entonces ahora qué viene. Quería conocer el mundo y acabó conociendo la guerra. Escapó de la orfandad y ahora ha encontrado una familia. Tal vez compre esa cabaña en el Big Sur para refugiarse de cuando en cuando y se la deje a Jack para que se aleje de la bebida durante un tiempo. Incluso el juicio resultó ser a fin de cuentas una buena noticia. O al menos, una buena publicidad. El libro de Allen ha supuesto el despegue de la editorial con todo el escándalo que se montó y lo llevó a sentarse ante un tribunal bajo cargos de obscenidad. Decían que Howl, el libro de Allen, era pornográfico. ¿Cómo no va a ser obsceno un poema si un poema siempre rescata lo que estaba olvidado más allá de la vista? El caso es que ahora las cosas están tranquilas, todo parece haber encontrado su sitio y la vida se ha ordenado. ¿Qué más podría pasar ahora? ¿De qué irán los años 60? ¿Serán años anodinos y vacíos o serán años famosos?

Lawrence no puede saber la que se viene encima después. Ignora que la próxima década le va a dar la vuelta a EE. UU. como a unos pantalones antes de meterlos en la lavadora y que, precisamente ellos, esos desmelenados, místicos, antisociales, hijos de las dos grandes guerras del siglo, han puesto en marcha la reacción en cascada que va a subvertir el espíritu de su época, en parte gracias a sus libros, su mensaje, a sus poemas como un pequeño átomo de uranio-235 que desencadenará el movimiento contracultural que viene. Ignora que ellos son la bomba atómica moral que sí estallará en su país. Ignora que verá un nuevo siglo, que morirá a los ciento dos años y once meses, reconocido en todo el mundo como editor, poeta y activista por el ecologismo y la paz, y que el libro que está terminando (nunca los termina del todo) será considerado su obra más influyente, a pesar de que ahora parece tan poca cosa, sobre el mostrador de la librería, solo un montón de hojas, manchadas algunas de humo y café todavía. Aún es 1958, un año en el que no pasa absolutamente nada. Salvo cosas insignificantes.

Por ejemplo, un chaval llamado Elvis inicia la primera gira de su carrera. No muy lejos, en México, se aprueba el voto femenino. Los Estados Unidos se asombran consecutivamente ante la apertura de Disneyland y la contratación por parte de la compañía Mohawk Airlines de la primera mujer afroestadounidense como asistente de vuelo. Se llama Ruth Carol Taylor. Solo tres años antes, Rosa había sido detenida por sentarse en el autobús. Mientras, Salvador termina La Rosa, Doris publica Al final de la tormenta. Truman hace lo propio con Desayuno en Tiffany’s. En Hawaii, se hunde un ferri; en Múnich, se estrella un avión con un equipo inglés de fútbol dentro; en Liverpool, Paul presenta a John y a George. España entrega su última provincia africana, el Sahara Occidental, a Marruecos en el acuerdo de Cintra. Diez mil personas se manifiestan contra la bomba atómica en Londres y el símbolo de la paz se exhibe por primera vez. La URSS sigue a lo suyo y pone dos nuevos satélites en órbita; EE. UU. hace lo propio y lanza tres bombas atómicas. Los soviéticos no se quedan cortos tampoco con sus ensayos nucleares, pero no se entera nadie hasta más tarde. Muere Pío XII. Muere Juan Ramón, pero nacen Paco Buyo y Madonna. También ve la luz la primera aventura de Mortadelo y Filemón en la revista Pulgarcito y Bobby gana el Campeonato Nacional de Ajedrez con catorce años, el mismo día que Charles de Gaulle es elegido presidente de Francia. Se registra un pico extraordinario de actividad solar y el Congreso Popular Chino acuerda introducir el alfabeto latino en el país. Los rebeldes de Castro secuestran a Fangio y dos ciclistas mueren por insolación en la Vuelta a Portugal. En un atolón de las Marshall, EE. UU. falla al detonar la bomba Fizzle. Lo consigue días después en un nuevo intento con la bomba de hidrógeno Orange. Sus trece kilotones devastan el fondo marino del Pacífico y acaban con la vida de miles de peces. Montserrat Tresserras y José Vitos cruzan a nado el Canal de la Mancha. Camilo y Ernesto cruzan la Torcha de Júcaro. Se crea la NASA y se detonan cuatro artefactos más en el subsuelo y uno en el aire, a cien kilómetros de Las Vegas. La OMS empieza a funcionar, también la UNESCO. Un gran incendio se come el aeropuerto de Bruselas, la escuela Our Lady of the Angels en Chicago, donde mueren noventa y dos niños y tres monjas, y el Almacén Vida de Bogotá, donde fallecen otras ochenta y ocho. No es el mismo incendio, aunque todos los fuegos son el mismo fuego. Se funda la UCA en Buenos Aires y la Universidad de Oriente en Venezuela. Francia pierde media África o media África gana su independencia. Según se mire. El 31 de diciembre Fulgencio cae y comienza el gobierno de Fidel.

Un año como otro cualquiera, como se ve. Llueven objetos en llamas de vez en cuando o arden lugares y poco más. El mundo se parece a una gran banda de diecisiete músicos en la que todos improvisan piezas diferentes mientras, al fondo del local, terminada la jornada y echado el cierre ya a la librería, una pareja escucha el concierto. Lawrence retoca algunas palabras en su cuaderno, antes de subir al escenario. Ella sigue el compás con la punta del pie entre las infinitas melodías de la noche. Cuando parece que ya ha pasado todo lo que tenía que pasar es cuando uno bosteza y entonces se te viene la vida encima. Los años en los que nada pasa son los años en los que empieza todo. Si no estás preocupado, no estás prestando atención. Los silencios son tan importantes como las notas musicales. En 1958, la mayor preocupación de cualquiera en el primer mundo era precisamente el fin del mundo.

Ahora no, ahora ya sabemos que el mundo se acaba todos los días. Un tsunami, una revolución, un desastre en una central nuclear, otra guerra o un atentado terrorista o se inventa internet, se aterriza en Marte o nace de una vez la Inteligencia Artificial que nos lleve a todos al infierno. Al final, todos los días son el fin del mundo. Y quizás el fin del mundo es precisamente eso. Lo que pasa a todas horas. Todos los días. Lo normal. Y lo raro que es eso.

Ahora sí, disfrute su visita. Mantenga manos y pies dentro del vehículo y no olvide recoger su foto de recuerdo a la salida.

Antonio Rómar

***

Autobiografía

Llevo una vida tranquila

voy donde Mike a diario

a ver a los campeones

del Salón de Billar Dante

y a los franceses adictos al pinball.

Llevo una vida tranquila

en el Bajo East Broadway.

Soy un Americano.

Fui un chico Americano.

Leía la revista Chico Americano

y me hice boy scout

en los suburbios.

Me creí que era Tom Sawyer

cogiendo cangrejos en el Río Bronx

e imaginando el Mississippi.

Tenía un guante de béisbol

y una bici American Flyer.

Repartía la Woman’s Home Companion

a las cinco de la tarde

o el Herald Trib

a las cinco de la mañana.

Aún puedo oír el golpe del periódico

en los porches perdidos.

Tuve una infancia infeliz.

Vi aterrizar a Lindbergh.

Miré hacia casa

y no vi ángeles.

Me pillaron robando lápices

de la tienda de Todo a Cinco y Diez

el mismo mes que ascendí a Águila Scout.

Talé árboles para los CCC

y me sentaba en ellos.

Desembarqué en Normandía

con un bote de remos que volcó.

He visto ejércitos instruidos

en la playa de Dover.

He visto pilotos egipcios entre nubes moradas

tenderos que subían sus persianas

a mediodía

ensaladas de patata y dientes de león

en pícnics anarquistas.

Estoy leyendo Lorna Doone

y una biografía de John Most

el terror de los industriales

con una bomba en su escritorio en todo momento.

He visto el desfile de los basureros

en el Desfile del Día de Colón

detrás del frívolo

pedorreo de los trompetistas.

No me he acercado a los Claustros

hace mucho tiempo

ni a las Tullerías

pero sigo pensando

en ir.

He visto el desfile de los basureros

cuando nevaba.

He comido perritos calientes en estadios.

He escuchado el discurso de Gettysburg

y el discurso de Ginsberg.

Me gusta estar aquí

y no regresaré

al lugar de donde vine.

También he conducido furgones furgones furgones.

He viajado entre desconocidos.

He estado en Asia

con Noé en el Arca.

Estuve en India

mientras Roma era edificada.

He estado en el pesebre

junto al Asno.

He visto al Eterno Distribuidor

desde una Colina Blanca

al sur de San Francisco

y a la Mujer Que Ríe en el Loona Park

al salir de la Casa del Terror

bajo una enorme tormenta

riendo todavía.

He escuchado el toque de diana

a la juerga en la noche.

He vagado solitario

como una multitud.

Llevo una vida tranquila

fuera de donde Mike a diario

veo el mundo pasar

con sus curiosos zapatos.

Una vez empecé

a dar la vuelta al mundo

pero acabé en Brooklyn.

Aquel Puente fue mucho para mí.

He engranado en silencio

el exilio y la astucia.

Volé demasiado cerca del sol

y mis alas de cera se fundieron.

Estoy buscando a mi Viejo

a quien no conocí.

Estoy buscando al Líder Perdido

con quien volé.

Los jóvenes deberían ser exploradores.

El hogar es de donde se empieza.

Pero Madre nunca me dijo

que habría escenas de estas.

Harto de útero

descanso

he viajado.

He visto la ciudad lerda.

He visto la maraña masiva.

He oído llorar a Kid Ory.

He oído predicar a un trombón.

He oído a Debussy

al filo de una sábana.

He dormido en un centenar de islas

donde los libros eran árboles.

He oído los pájaros

que suenan como campanas.

He llevado pantalones de franela gris

y caminado sobre la playa del infierno.

He habitado cien ciudades

donde los árboles eran libros.

¡Qué metros qué taxis qué cafés!

¡Qué mujeres de pechos ciegos

miembros perdidos entre los rascacielos!

He visto las estatuas de los héroes

en los cruces de caminos.

Danton gimiendo en la boca del metro

Colón en Barcelona

señalando al Oeste al final de las Ramblas

hacia la American Express

Lincoln en su silla de granito

Y un gran Rostro de Piedra

en Dakota del Norte.

Sé que Colón

no inventó América.

He oído a un centenar de Ezra Pounds domesticados.

Deberían ser todos liberados.

Ha pasado mucho desde que fui pastor.

Llevo una vida tranquila

donde Mike a diario

leyendo la columna de Clasificados.

He leído el Reader’s Digest

de tapa a tapa

y notado la fuerte identificación

de los Estados Unidos con la Tierra Prometida

donde todas las monedas van marcadas

En Dios Confiamos

pero los billetes de dólar no lo llevan

pues son dioses en sí mismos.

Leo diariamente los Anuncios por Palabras

buscando una piedra una hoja

una puerta sin descubrir.

Oigo cantar a América

en las Páginas Amarillas.

Uno no sabría decir

que el alma tiene sus cóleras.

Leo los periódicos todos los días

y oigo a la humanidad equivocada

en el exceso triste de la imprenta.

Veo que han drenado el Estanque de Walden

para hacer un parque de atracciones.

Veo que obligan a Melville

a comerse su ballena.

Veo otra guerra aproximarse

pero no estaré ahí para lucharla.

He leído las pintadas

en la pared del retrete.

Ayudé a Kilroy a escribirlas.

Desfilé por la Quinta Avenida

soplando una corneta en un pelotón apretado

pero corrí de vuelta a la Casba

a buscar a mi perro.

Veo una semejanza

entre los perros y yo.

Los perros son auténticos observadores

que pasean el mundo arriba y abajo

por el país de Molloy.

He atravesado callejones

demasiado estrechos para un Chrysler.

He visto cien carretas de leche sin caballos

en un terreno baldío de Astoria.

Ben Shahn nunca los pintó

pero allí están

tumbados en Astoria.

He oído el obbligato del chatarrero.

He conducido por superautopistas

y creído en las promesas de los anuncios

He cruzado las planicies de Jersey

y visto las Ciudades de la Pradera

Y revolcado en las desolaciones de Westchester

con sus bandas errantes de nativos

en rancheras.

Yo los he visto.

Yo soy el hombre.

Yo estaba ahí.

Yo sufrí

de algún modo.

Yo soy Americano.

Yo tengo un pasaporte.

Yo no sufrí en público.

Y soy demasiado joven para morir.

Yo soy un hombre hecho a sí mismo.

Y tengo planes para el futuro.

Voy enfilado

a un empleo en la cima.

Puede que acabe mudándome

a Detroit.

Solo es temporal que yo sea

vendedor de corbatas.

Soy un buen soldado.

Soy un libro abierto

para mi jefe.

Soy un completo misterio

para mis mejores amigos.

Llevo una vida tranquila

voy donde Mike a diario

a contemplarme el ombligo.

Soy una parte

de la larga locura del cuerpo.

He merodeado por varios bosques de la noche.

Me he ido hacia los lados en portales borrachos.

He escrito salvajes historias

sin puntuación.

Yo soy el hombre.

Yo estaba allí.

Yo sufrí

de algún modo.

Me he sentado en sillas incómodas.

Soy una lágrima del sol.

Soy una colina

por donde los poetas corren.

Inventé el alfabeto

después de observar el vuelo de las grullas

que hacían letras con sus patas.

Soy un lago sobre la pradera.

Soy una palabra

en un árbol.

Soy una colina de poesía.

Soy un asalto

a lo inarticulado.

He soñado

que todos mis dientes se caían

pero mi lengua vivía

para contar el cuento.

Pues soy un remanso

de poesía.

Soy un bancal del canto.

Soy el pianista

de un casino abandonado

en una explanada costera

dentro de una densa niebla

que sigue tocando.

Veo una semejanza

entre la Mujer Que Ríe

y yo mismo.

He oído el sonido del verano

en la lluvia.

He visto a chicas en paseos marítimos

tener emociones complicadas.

Entiendo sus titubeos.

Soy un recolector de fruta.

He visto cómo los besos

causan euforia.

Me he arriesgado al encantamiento.

He visto a la Virgen

en un manzano en Chartres

Y a Santa Juana arder

en la Bella Unión.

He visto jirafas entre las barras de columpios infantiles

sus cuellos como el amor

enredados entre las férreas circunstancias

del mundo.

He visto a Venus Afrodita

sin brazos en su ventilado corredor.

He oído cantar a una sirena

en el número Uno de la Quinta Avenida.

He visto bailar a las Diosas Blancas

en la Rue des Beaux Arts

durante el Catorce de Julio

y a la Hermosa Dama Sin Piedad

hurgando su nariz en Chumley’s.

No hablaba inglés.

Tenía el pelo amarillo

y ronca la voz

y ningún pájaro cantaba.

Llevo una vida tranquila

voy donde Mike a diario

y veo a los pajilleros del billar

montar la escena del minestrone

engullendo los macarrones

y he leído en alguna parte

el Sentido de la Existencia

aunque no recuerdo

dónde exactamente.

Pero yo soy el hombre

Y estaré allí.

Y puede que haga hablar

los labios de aquellos

que duermen.

Y puede que convierta mis cuadernos

en manojos de hierba.

Y puede que escriba mi propio

epitafio epónimo

que enseñe a los jinetes

a pasar de largo.

—————————————

Autor: Lawrence Ferlinghetti. Traductor: Antonio Rómar. Título: Un parque de atracciones de la mente. Editorial: Ya lo dijo Casimiro Parker. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Imagen: Cubierta de portada de “Un parque de atracciones de la mente”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Laura Di Verso. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 6 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía.

Cual menguando

Chantal es creadora de obras inclasificables. Poeta y pensadora, conocida sobre todo por sus ensayos y textos filosóficos. Soy incapaz de colocarla en una corriente o en un marco de pensamiento, solo puedo decir que tiende a la paradoja, al escepticismo, a la negación, a la destrucción creadora y al silencio.

Quise hacer esta reseña para darla a conocer —¿conocer?, como dramaturga escénica, etiqueta que cuelgo sin su permiso. Quise abrir una fisura en la tendencia y rescatar— ¿rescatar? una voz que, a mi parecer, debería ponerse sobre los escenarios más a menudo.

Cual menguando consta de diecisiete poemas, cinco piezas breves y un epílogo. Lo que aquí reseño será la obra: Primero un pie, contextualizando el origen del personaje CUAL, intuyendo su significado y aportando mi punto de vista como artista escénico sobre los actos y escenas que componen la obra.

CUAL es una metáfora  del infinito movimiento de pensar, de mirada oblicua y respiración tranquila, su gesto es casi universal, a veces torpe y repetitivo. CUAL podría ser uno de nosotros en momentos de lucidez o idiotez máxima, podría ser un artista o un viajero en el tiempo. Este personaje nace, según palabras de la autora, en la serie de poemas que concluyen el libro Hilos: Cual es “tierno, desapegado, imprevisible, simple —en cierto modo idiota— o de algún modo sabio, ha sido el contrapunto ideal de esa parte de mí tan sólida que se complace en lamentarse”, dice Chantal.

Al leer estas piezas cortas, los poemas e Hilos, interpreto una imagen que se repite en mi cabeza: un cuerpo poético que, a través de sus gestos, nos muestra lo invisible, un Buster Keaton o un Marcel Marceau; un mimo. Un mimo al que la palabra aluniza y enreda. Un mimo que se resbala y se angustia en la articulación final del razonamiento.

Menguar es aquietarse, es reducir el movimiento, adelgazar o perder continuidad. Así es como visualizamos a CUAL en esta serie de cuadros escénicos, una especie de mezcla entre Estragón de Beckett y Charlot de Chaplin, pero más sencillo y compasivo con sus razonamientos.

Las piezas se organizan en paisajes que se van superponiendo, como un proyector de diapositivas: un claustro, luego un escenario y finalmente una casa. Primero un pie sucede en el salón de la casa, un espacio minimalista (imagino un diseño a lo bauhaus): una butaca, una lámpara de pie y una repisa. Aparece, no por primera vez, el personaje FIAM, contrapunto dialéctico de la obra.

El sonido, la composición espacial, los movimientos de los personajes y la intermitencia de la luz; nos sugiere todo un imaginario dinámico, donde cada suceso físico propone una idea en relación al sentido de las cosas. El vértigo se dispara al dudar que lo que hasta ahora ha sido siga siendo.

*****

/Silencio/

FIAM

¿Y eso se te ha ocurrido ahora?

CUAL

No, ahora no, antes. Al abrir la puerta de la calle.

FIAM, repitiendo

La puerta de la calle.

/Tiempo. Corto/

Pues si la puerta estaba y era la puerta de la calle es de suponer que también estaría la calle, ¿no?.

CUAL, con más impaciencia

No necesariamente. Podría seguir estando la puerta y que detrás no hubiese nada.

*****

Hay una ternura en la relación entre CUAL y FIAM que les protege de cualquier intento de caer en la toxicidad de una relación cualquiera de nuestros tiempos. Hay preguntas y respuestas que desatan reflexiones existenciales y hay deseos básicos, como la aproximación al otro, que están latentes durante la obra.

Parece que la única esperanza de abordar estos tiempos difíciles es imaginar a un personaje atonal, disruptivo y amoroso. “Sin argumentos que blandir, sin creencias tras las que esconderse, sin trauma por resolver ni historia por concluir, me gusta pensar que Cual podría augurar el fin del psicoanálisis y el comienzo de la compasión”.

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Autor: Chantal Maillard. Título: Cual Menguando. Editorial: Tusquets Editores. Venta: Todostuslibros.

Imagen: Cubierta de portada de “Cual Menguando”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Dario Sigco. Editor. Arturo Pérez-Reverte. 4 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía/Ensayos/Cuentos cortos

William Carlos Williams, el poeta que enseñó a mirar las cosas de nuevo.

La vida cotidiana fue la materia principal de la obra del autor de “Paterson”, que marcó un quiebre en la poesía norteamericana.

Su padre, William George Williams, era un comerciante inglés que había vivido desde la infancia en República Dominicana; su madre, Raquel Helena Hoheb, una destacada pintora puertorriqueña educada en la París decimonónica. A diferencia de Borges, el primer idioma de William Carlos Williams (1863-1963) no fue el inglés sino el español; varios críticos atribuyen a su obra (entre las más importantes de la literatura estadounidense en el siglo pasado) “profundidades transculturales” caribeñas y latinas. “De ascendencia mixta, sentí desde la más tierna infancia que Estados Unidos era el único hogar que posiblemente podría llamar mío –le escribió al poeta Horace Gregory–. Sentí que fue fundado expresamente para mí, y que debe ser mi primer propósito en la vida poseerlo”. En cierto sentido, ese anhelo se concretó a través de su lenguaje poético, coloquial y misteriosamente reflexivo.

En su juventud, sus autores preferidos fueron John Keats y Walt Whitman; cada uno moduló la escritura elegante, metódica y vital de Williams, que publicó su primer libro en 1909. Después de pasar una temporada en Europa, donde completó su formación como médico en hospitales franceses y alemanes, se instaló con su familia en Rutherford, localidad de Nueva Jersey donde había nacido y donde murió, hace sesenta años, el 4 de marzo de 1963. Richard Ellman y Robert O’Clair lo llamaron “el médico literario más importante después de Chejov”. En su autobiografía, contó que su profesión le quitaba tiempo a la vez que le brindaba temáticas, personajes, voces. “Le encantaba ser médico, hacer visitas a domicilio y hablar con la gente”, reveló su esposa, Florence Herman, y agregó que Williams escribía en los ratos libres. “Me llaman, y yo voy. / El camino está helado / pasada la medianoche, un polvo / de nieve preso / en las huellas rígidas de los autos”, comienza uno de sus poemas.

Fue amigo de Ezra Pound, Hilda Doolittle, Denise Levertov y Kenneth Burke; en su madurez, se sintió eclipsado por el fulgor de La tierra baldía, de T. S. Eliot, y antes de su muerte fue reivindicado por la generación de los jóvenes poetas que tomaban distancia del academicismo, como Levertov, Robert Lowell, Charles Olson y Allen Ginsberg, al que Williams le dio varios consejos: no imitar a los viejos maestros, hablar con la propia voz y utilizar potentes imágenes visuales (también le sugirió que redujera a la mitad el célebre poema “Aullido”). Para ese entonces, ya había sido acusado sin pruebas de integrar una organización comunista, lo que le hizo perder el puesto de consultor de poesía en la Biblioteca del Congreso en Washington.

En 1950, se convirtió en el primer ganador del Premio Nacional del Libro en la categoría de poesía por Paterson, la epopeya modernista que volvió a ser centro de atención en 2016, con el estreno de la película homónima dirigida por Jim Jarmusch. En la Argentina, el libro fue publicado en 2020 por Ediciones en Danza con traducción de la poeta y profesora Silvia Camerotto.

“El Paterson de Williams es una de las obras más relevantes de la poesía norteamericana –dice Camerotto–. El poema es un trabajo de exploración que replantea orígenes y estructura. No hay conceptos sino ‘cosas’ de donde surgen las ‘ideas’ que constituyen su materia. En el relato todo cabe: lo interior y lo exterior. Williams creó lo que él mismo llamó ‘el idioma americano’, y, el sonido de ese idioma es un río que resuena y se multiplica. Todo cabe en Paterson: un hombre, su vida, una ciudad, las cataratas, la historia, el ascenso y el descenso. Lo que cabe se renueva en la belleza que existe en la emergencia cotidiana. Este Williams va mucho más allá de su conocido poema ‘La carretilla roja’. Cada lectura es una actualización de la lectura anterior: universal, interminable”.

“Williams expresó que para el poeta ‘no hay ideas sino en las cosas’ –recuerda el editor y escritor Javier Cófreces–. En Paterson las cosas son presentadas con una inercia que las crispa, las muta y descompone para volver a empezar. Desde un lenguaje atado a nuevos significados, el poeta elabora una síntesis universal desde una aldea imaginaria, y desde allí atraviesa los rincones más profundos de la sensibilidad humana”. En Kora en el infierno, donde Williams reunió anotaciones paradójicas (muchas escritas en recetarios), postulaba: “Con frecuencia un poema tendrá mérito por algún verso en particular o incluso por una palabra meritoria. Por eso cuelga pesadamente de su rama pero se mantiene firme, el árbol no está dispuesto a soltarlo”. Con el tiempo, el legado de Williams prospera, y no cae.ß

Imagen de portada: William Carlos Williams. Poeta y médico.

FUENTE RESPONSABLE: La Nación. Por Daniel Gigena. 4 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía/En memoria.

Cinco poemas de Adrián Chaurán.

En el anochecer o irse de las horas

donde traen ecos guardados

en las esquinas de los labios

mis manos asen la bruma

de los sueños y de tus sueños

no hay que llorar por las raíces que crecen

en tu habitación o por mis sombra

tan apartada de las paredes

en donde se muerde una voz

tan similar a la mía y tan lejana a su vez

tan triste en el recuerdo

donde se riegan las nuevas hojas

y una huella se duerme en mi regazo

soy solo hombre de metales que hieren

donde el mineral es parte sangre

donde las calles llevan a la lluvia

y está mi rostro tan caído

tan lejano tan hecho de pasado

tan inventado por el vacío

o por

……un vaso de licor y con lirios

……………………y ríos de sangre.

II

Aquí se agolpa tu eco,

desfallece entre las arenas o el ansia

de mi boca, rumiadora de la llaga,

rumiadora de tu voz y su clavo,

sintiendo en la brisa tu retrato invisible,

eternamente invisible

por un alambre destruido, ay amor.

Alzó el grito su eterna daga

por mis vetas, por las señales

desdibujadas en la mirada,

para descender en el canal escondido

por una sábana que no te nombra,

que nos desconoce en la ribera

de la muerte y su cruz,

en donde se arrinconan tus manos

con las mías y su pregonar de oraciones.

Ay, una flecha de tu boca

atraviesa mi pecho, ay.

Bajo el espejo de las caricias

se estremece en ahogo un beso

ahora lejano. Ahora de nadie.

III

Cuántos desaires hasta tus brazos,

amor, qué raudo fui por el horizonte

con el cuerpo de intensa lejanía

amor de mis venas, tú, antes;

mucho antes de los primeros atardeceres,

mucho antes de la sangre y sus navajas,

ya mi cuerpo se abrazaba a ti,

ya era mi alba en tus ojos

un murmullo de ciegas luciérnagas, amor mío,

que cruzaba por las olas buscándome,

el dolor de mi alma en tu espejo;

aquí estaba, aquí estoy, amor mío,

con el sabor de la herrumbre, con las horas,

con la piel, amor mío, aquí,

tan próximo a tus labios.

IV

(Poema de amor)

La noche declina con tus ojos

como sentir tu voz

de tu cuerpo en sosiego,

suave, ciega, de ascuas

ahondando en mi pecho;

misteriosa, en mis manos

te han sostenido

errante, como la bravía del pasto.

En tus besos;

en tus brazos que ciñen

el temor de la madrugada,

reposo, en mis huellas

aún intactas hacia la lontananza.

Sentí tu espacio,

ocupando la extensión de mis deseos,

ahí, sin deseo o anhelo.

Olor de lirios marchitos,

el mañana del amor

renace de las raíces

con nuestros nombres.

V

“Beso soy, sombra con sombra.
Beso soy, dolor con dolor”.
Miguel Hernández.

Dolor soy o esperanza de esperarte

caída de tus labios,

mis manos se estrellan con la mar

de volver a los espejos,

sombra del aliento, decirse adiós,

para siempre vuelve, consumiendo silencio.

Amor de los vestigios,

renace en mi pecho

el ansia ahora perdida del tiempo;

soy las hojas de los ojos

con el consumirse de las lunas,

exhausto de temores,

a donde cae mi cuerpo

florecen los amaneceres de mis heridas

……………………………………con tu sonrisa.

Imagen de portada: Adrián Chaurán

FUENTE RESPONSABLE: Letralia. Tierra de Letras. 3 de marzo 2023.

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