Cual menguando

Chantal es creadora de obras inclasificables. Poeta y pensadora, conocida sobre todo por sus ensayos y textos filosóficos. Soy incapaz de colocarla en una corriente o en un marco de pensamiento, solo puedo decir que tiende a la paradoja, al escepticismo, a la negación, a la destrucción creadora y al silencio.

Quise hacer esta reseña para darla a conocer —¿conocer?, como dramaturga escénica, etiqueta que cuelgo sin su permiso. Quise abrir una fisura en la tendencia y rescatar— ¿rescatar? una voz que, a mi parecer, debería ponerse sobre los escenarios más a menudo.

Cual menguando consta de diecisiete poemas, cinco piezas breves y un epílogo. Lo que aquí reseño será la obra: Primero un pie, contextualizando el origen del personaje CUAL, intuyendo su significado y aportando mi punto de vista como artista escénico sobre los actos y escenas que componen la obra.

CUAL es una metáfora  del infinito movimiento de pensar, de mirada oblicua y respiración tranquila, su gesto es casi universal, a veces torpe y repetitivo. CUAL podría ser uno de nosotros en momentos de lucidez o idiotez máxima, podría ser un artista o un viajero en el tiempo. Este personaje nace, según palabras de la autora, en la serie de poemas que concluyen el libro Hilos: Cual es “tierno, desapegado, imprevisible, simple —en cierto modo idiota— o de algún modo sabio, ha sido el contrapunto ideal de esa parte de mí tan sólida que se complace en lamentarse”, dice Chantal.

Al leer estas piezas cortas, los poemas e Hilos, interpreto una imagen que se repite en mi cabeza: un cuerpo poético que, a través de sus gestos, nos muestra lo invisible, un Buster Keaton o un Marcel Marceau; un mimo. Un mimo al que la palabra aluniza y enreda. Un mimo que se resbala y se angustia en la articulación final del razonamiento.

Menguar es aquietarse, es reducir el movimiento, adelgazar o perder continuidad. Así es como visualizamos a CUAL en esta serie de cuadros escénicos, una especie de mezcla entre Estragón de Beckett y Charlot de Chaplin, pero más sencillo y compasivo con sus razonamientos.

Las piezas se organizan en paisajes que se van superponiendo, como un proyector de diapositivas: un claustro, luego un escenario y finalmente una casa. Primero un pie sucede en el salón de la casa, un espacio minimalista (imagino un diseño a lo bauhaus): una butaca, una lámpara de pie y una repisa. Aparece, no por primera vez, el personaje FIAM, contrapunto dialéctico de la obra.

El sonido, la composición espacial, los movimientos de los personajes y la intermitencia de la luz; nos sugiere todo un imaginario dinámico, donde cada suceso físico propone una idea en relación al sentido de las cosas. El vértigo se dispara al dudar que lo que hasta ahora ha sido siga siendo.

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/Silencio/

FIAM

¿Y eso se te ha ocurrido ahora?

CUAL

No, ahora no, antes. Al abrir la puerta de la calle.

FIAM, repitiendo

La puerta de la calle.

/Tiempo. Corto/

Pues si la puerta estaba y era la puerta de la calle es de suponer que también estaría la calle, ¿no?.

CUAL, con más impaciencia

No necesariamente. Podría seguir estando la puerta y que detrás no hubiese nada.

*****

Hay una ternura en la relación entre CUAL y FIAM que les protege de cualquier intento de caer en la toxicidad de una relación cualquiera de nuestros tiempos. Hay preguntas y respuestas que desatan reflexiones existenciales y hay deseos básicos, como la aproximación al otro, que están latentes durante la obra.

Parece que la única esperanza de abordar estos tiempos difíciles es imaginar a un personaje atonal, disruptivo y amoroso. “Sin argumentos que blandir, sin creencias tras las que esconderse, sin trauma por resolver ni historia por concluir, me gusta pensar que Cual podría augurar el fin del psicoanálisis y el comienzo de la compasión”.

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Autor: Chantal Maillard. Título: Cual Menguando. Editorial: Tusquets Editores. Venta: Todostuslibros.

Imagen: Cubierta de portada de “Cual Menguando”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Dario Sigco. Editor. Arturo Pérez-Reverte. 4 de marzo 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/Poesía/Ensayos/Cuentos cortos

Ralentizar el envejecimiento es posible siguiendo esta pauta.

Investigadores de la Universidad de Columbia encuentran la llave para retrasar el ritmo del envejecimiento biológico.

Reducir la ingesta calórica diaria podría ser tan eficaz para vivir más años como dejar de fumar. Esta es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia que ha demostrado que la restricción calórica puede ralentizar el ritmo de envejecimiento en adultos sanos y promover la longevidad.

La restricción de calorías, que ya se ha demostrado eficaz como intervención para ralentizar el envejecimiento en animales, también mostró evidencias de hacer más lento el declive en humanos en un ensayo controlado aleatorio pionero en su género. «En gusanos, moscas y ratones, la restricción calórica puede ralentizar los procesos biológicos del envejecimiento y prolongar la esperanza de vida -afirma el autor principal de la investigación, Daniel Belsky, profesor asociado de epidemiología en la Escuela Mailman de Columbia y científico del Centro Butler de Envejecimiento de Columbia-. Nuestro estudio pretendía comprobar si la restricción calórica también ralentiza el envejecimiento biológico en humanos».

Según el estudio publicado en la revista ‘Nature Aging’, reducir las calorías en una cuarta parte resultó en una disminución de la tasa de envejecimiento entre un 2 % y un 3 %. Esto tiene un gran efecto en la reducción de la mortalidad, entre un 10% y un 15%.“Retardar el envejecimiento biológico significa vivir más y enfermarse más tarde. Por lo tanto, la restricción de calorías no solo puede beneficiar a las personas obesas, sino que también podría brindarles a las personas sanas una vida más larga y saludable”, señala Belsky.

Para el ensayo CALERIE, primera investigación de los efectos de la restricción calórica a largo plazo en humanos sanos no obesos, se asignó aleatoriamente a 220 hombres y mujeres sanos de tres centros Estados Unidos una dieta normal o una restricción calórica del 25 % durante un periodo de dos años. El envejecimiento biológico de los participantes se midió a través de muestras de sangre tomadas al inicio del estudio, a los 12 meses y 24 meses de iniciar el ensayo.

El equipo analizó las marcas de metilación en el ADN extraído de los glóbulos blancos. Estas etiquetas químicas en la secuencia del ADN regulan la expresión de los genes y cambian con el envejecimiento. «Los seres humanos viven mucho tiempo -apunta Belsky-, por lo que no resulta práctico hacerles un seguimiento hasta que observemos diferencias en las enfermedades relacionadas con el envejecimiento o en la supervivencia. En su lugar, nos basamos en biomarcadores desarrollados para medir el ritmo y el progreso del envejecimiento biológico a lo largo del estudio».

Se usaron tres mediciones conocidas a veces como «relojes epigenéticos». Las dos primeras, los relojes PhenoAge y GrimAge, calculan la edad biológica o cronológica. La tercera, DunedinPACE, calcula el ritmo de envejecimiento o la tasa de deterioro biológico a lo largo del tiempo como si se tratara de un «velocímetro». «En contraste con los resultados de DunedinPACE, no se observaron efectos de la intervención en otros relojes epigenéticos -señala Calen Ryan, doctor e investigador científico del Butler Aging Center de Columbia y coautor principal del estudio-. 

La diferencia en los resultados sugiere que las medidas dinámicas del ‘ritmo de envejecimiento’ como DunedinPACE pueden ser más sensibles a los efectos de la intervención que las medidas de la edad biológica estática». Este reloj epigenético muestra que recortando las calorías es posible hacer más lento el proceso de envejecimiento.

El estudio halló pruebas de que «la restricción calórica ralentiza el ritmo de envejecimiento en humanos», afirma Ryan. 

Sin embargo, es probable que la restricción calórica no sea adecuada para todo el mundo, algo que también sucede con pautas como el ayuno intermitente. 

Ahora los investigadores están realizando un seguimiento de los participantes para determinar si la intervención tuvo efectos a largo plazo sobre el envejecimiento saludable. En otros estudios, DunedinPACE más lento se asocia a un menor riesgo de cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, discapacidad y demencia. .

Imagen de portada: Efecto de la piel, arrugas , envejecimiento, mujer, edad Dreamstime.

FUENTE RESPONSABLE: La Razón. España. Por E. Soriano. 21 de febrero 2023.

Sociedad/Salud/Adultos Mayores/Ensayos/Recomendaciones/ Longevidad.

Beethoven y Goethe, el genio frente a frente

Beethoven y Goethe coincidieron en la ciudad balneario de Teplitz en el verano de 1812, en lo que el premio Nobel Romain Rolland definió como «el encuentro de los dos soles» y al que dedicó un libro que en España tradujo el poeta Luis Cernuda, una traducción que ahora ha rescatado la editorial gaditana Firmamento.

Después de aquel encuentro, Beethoven escribió al editor de sus partituras diciéndole que «a Goethe le agrada el aire de la corte, más de lo que conviene a un poeta», mientras que Goethe escribió al compositor Carl Friedich Zelter contándole: «He conocido a Beethoven en Teplitz. Su talento me ha llenado de asombro; sólo que, por desgracia, es una personalidad completamente desenfrenada».

«Goethe y Beethoven» es el título que Romain Rolland puso a la serie de ensayos en los que trazó un retrato conjunto de los dos genios siguiendo la vida de ambos a través de su correspondencia y del testimonio de Bettina Brentano, escritora que trató de despertar en los dos artistas un recíproco interés, con el convencimiento de que entre ambos llegaría a fraguar la amistad. 

Rolland advierte en estas páginas que ha tratado de retratar a ambos hombres «con su grandeza y con su pequeñez, y que de esta última «hay en los genios tanta y aún más que en los hombres ordinarios», y a continuación cuenta que el poeta escribió sobre el músico: «No tiene culpa, sin duda, cuando encuentra el mundo detestable, pero tampoco consigue así que sea, en verdad, más rico en goces para él o para los demás», para después achacar el laconismo del compositor y su progresivo aislamiento social a su sordera.

No obstante, Beethoven consignó en sus cartas la fascinación que le causaba la poesía de Goethe «no solo por su contenido sino por su ritmo… Me dispone y excita a la composición esta lengua que se organiza con tan elevado orden, como arquitectura levantada por la mano de los espíritus; en sí misma lleva ya el secreto de las armonías».

El director de la editorial Firmamento, el poeta y traductor Javier Vela, ha dicho a EFE que esta obra de Romain Rolland «explora la relación artística entre ambos genios y anticipa valiosas claves históricas, críticas y biográficas de completa vigencia en nuestros días». 

El interés de la obra, según Vela, va más allá de la relación de los dos creadores, porque «Rolland sabe dotar a sus ensayos de una amenísima trabazón narrativa que nunca da la espalda al lector, y ofrece al público general una estupenda vía de acceso a la obra y la personalidad creativa de dos de los mayores artífices de la literatura y la música de todos los tiempos«.

Sobre la traducción de Luis Cernuda ha señalado el editor que es «fidelísima y plenamente actual, a la altura no sólo del escritor sino también del melómano que fue Cernuda; su sensibilidad y su intuición poéticas le ayudaron sin duda a trasladar con solvencia las perspectivas y reflexiones críticas deslizadas por el Nobel francés».

«La versión española de este texto forma parte de una serie de encargos alimenticios que Cernuda tuvo que realizar a comienzos de los años treinta, tras instalarse en Madrid a su regreso de Francia, una época en la que compaginaba su trabajo como librero con su oficio de traductor», ha señalado Javier Vela. Sobre la actividad como traductor de Cernuda, el editor ha explicado que «aunque sus versiones del alemán y el inglés sean más conocidas, su relación con la lengua francesa no fue tan episódica como se suele creer, y además de a Rolland, tradujo textos aislados de Prosper Mérimée, Gérard de Nerval, Paul Éluard y Alfred Jarry«. 

La traducción «fue también el vehículo que le permitió acercarse a ciertos autores griegos cuya lengua desconocía», según Vela, quien ha concluido afirmando que «su traducción de Goethe y Beethoven merecía desde hacía mucho tiempo una buena edición, a la altura de sus mejores lectores».

Imagen: Ilustración de “Goethe y Beethoven”

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Editor: Arturo Pérez-Reverte

Sociedad y Cultura/Literatura/Historia/Biografías/Ensayos.

Diamela Eltit: «La vida es muy valiosa, pero también muy monótona. Fugarte con la literatura hacia otros espacios me parece interesante»

Tiene un tono de voz sereno, suave, que a veces se apaga tanto que casi llega al susurro. Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949) contempla la lluvia desde el hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria, donde este año se celebran las Converses Literaries de Formentor.

Las previsiones meteorológicas hablan de un posible huracán de camino a la isla, pero la escritora no parece en absoluto preocupada: la misma serenidad de sus palabras parece habitar su interior y hacerlo imperturbable. Solo la risa, que brota espontáneamente en varios momentos, altera su discurso. 

Diamela Eltit fue consagrada el año anterior —2021— con el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, pero durante mucho tiempo ha sido lo que se conoce como una escritora de culto, de inmensas minorías.

Durante muchos años ha trabajado como profesora de Literatura en diversos centros de su país. Junto al poeta Raúl Zurita, que llegaría a ser su marido hasta la anulación del matrimonio, y otros amigos inquietos como Lotty Rosenfeld, Juan Castillo y Fernando Balcells, fundó el Colectivo de Acciones de Arte (CADA), que renovó el ambiente de la creación en los duros años de la dictadura pinochetista. 

Como escritora, se dio a conocer en 1980 con el volumen de ensayos Una milla de cruces sobre el pavimento y debutó en la novela tres años después con Lumpérica.

A esta siguieron otros títulos como Por la patriaEl cuarto mundo o El padre mío, donde fue abordando diversos aspectos de la realidad desde un decidido compromiso. Instalada en México como agregada cultural de su país entre 1991 y 1994, se alió con la fotógrafa Paz Errázuriz para escribir un libro de carácter documental sobre amor y locura, El infarto del alma.

En España, ha sido la editorial Periférica la que ha apostado por la obra de Eltit, publicando hasta las fechas sus libros Jamás el fuego nuncaFuerzas EspecialesSumar El cuarto mundo

Mientras la lluvia arrecia y el cielo sobre Las Palmas se ennegrece por momentos, Diamela Eltit responde a las preguntas de JOT DOWN con toda amabilidad.

Solo rehúsa abordar una cuestión: su desencuentro con Roberto Bolaño, con quien intercambió en su día fuertes descalificaciones. 

Su literatura nace de un contexto dictatorial. La censura, ¿enseña algo? ¿Acaba uno debiéndole algo a sus censores?

Efectivamente, cuando yo publiqué mi primer libro, en 1983, había diez años ya de dictadura.

Y había una oficina de censura, no era una idea ni un rumor. Tú tenías que llevar tu manuscrito a una oficina que estaba en el Ministerio del Interior, y allí te tenían que autorizar o no la publicación.

Se podían publicar esos libros sin pasar por ese control, pero en tal caso esos libros no podían llegar a librerías.

Yo publiqué con una editorial que se dedicaba a libros de ciencias sociales, mi libro era su primera experiencia en novela, y querían llegar a librerías.

En ese sentido, puedo decir que viví con un censor al lado, pero nunca escribí para el censor. Respecto al lenguaje, la censura opera y le da un valor mayor al discurso. Las palabras ya no son casuales, tienen más densidad. Las hablas comunes tenían que ser repensadas. La censura te ilumina en eso, no hay inocencia. 

En muchas ocasiones le he oído hablar de la escritura como resistencia, incluso en alguno de sus textos se hablaba de escribir para «salvar mi honor». ¿Hasta ahí llegaba la cosa?

[Ríe con ganas] Mira, yo estudié literatura, leí mucho en la infancia y la adolescencia, y encontré siempre un lugar ahí.

Fui siempre por esa línea, nunca tuve dudas de lo que yo era y lo que quería. Pero claro, me tocó una época que no había pensado que iba a vivir, y que no está bien para nadie, nunca, ni en pasado, ni en presente ni en futuro.

Sé que todos los países tienen historias muy trágicas, y Europa para qué decir.

Pero efectivamente, lo que yo viví fue muy deprimente. Yo era una persona joven, tal vez más ingenua. Me di cuenta que en la vida había cortes. Y escribir era un acto de resistencia, siempre lo es.

La letra no llegó al mundo para escribir literatura, sino para certificar posiciones.

Pero escribimos en ese tiempo mucha gente que nunca salió al exilio, nos definíamos como insilio o exilio interior, con nuevos parámetros sociales. Las universidades estaban intervenidas por militares, los diarios habían cesado, había cambiado el espacio público.

En ese contexto, lo social estaba muy dañado, y escribir se volvía, en efecto, ese acto de resistencia.

Cree que eso hace tan diferentes sus libros de la literatura chilena que más se conocía en España, por ejemplo, la de un Donoso, no digamos ya de un Skármeta o una Isabel Allende?

Así es, yo he trabajado una vía entre otras.

Personalmente, tuve una amistad larga con Donoso, él estuvo muchos años fuera y cuando volvió fue muy bonito conocerlo y cultivar esa relación.

Él tenía novelas importantes como El obsceno pájaro de la noche, donde trabajó las clases sociales, cómo están ligadas, cómo es la dependencia entre oprimido y opresor.

Y luego está el primer Skármeta, con sus cuentos muy divertidos, muy irónicos, que hoy día serían políticamente incorrectos en el mejor sentido del término. A Isabel Allende la he visto un par de veces, hemos tenido una relación cordial. 

¿Cree que ese sentido de la literatura como resistencia del que hablábamos corresponde solo a un momento de represión, o lo puede tener todavía hoy, cuando las libertades son más amplias y el honor no está tan comprometido? 

Todo sistema político tiene una parte represiva, no hay ninguno completamente libre.

La dictadura es un momento exacerbado de esa represión, pero no creo que haya ningún sistema enteramente libre, siempre se reprime un poco, especialmente a los jóvenes. Así, la materia literaria está vigente observando todas las libertades posibles. 

El hecho de que usted entre en el mundo de la performance, con el Colectivo de Acciones de Arte (CADA), ¿marca una desconfianza hacia el libro? ¿La acción en la calle iba a llegar adonde la letra impresa no alcanzaba?

Mi deseo de escritura excede al libro, la escritura para mí nunca va a ser suficiente. Siempre va a haber un momento pleno, y creo que esa sensación era cada vez más fuerte.

Quería llegar a un global en el que me daba cuenta que el libro contiene la letra, la retiene. Efectivamente, hay un espacio entre la letra y el libro que es terrible. Pero tal vez esa idea de acercarse al libro hace que la gente siga escribiendo. Por otro lado, Acciones de Arte permitía ir más allá del papel, pero fue un momento corto, seis años. Después volví a lo que soy. 

Sí, la oí decir que volvió «disciplinadamente». ¿Se sentía como la alumna que se ha escapado del colegio?

[Ríe] Sí, volví porque me di cuenta de que había algo que yo no manejaba bien fuera de ese ámbito.

Sin embargo, no dejó de trabajar con otras herramientas, como la fotografía. ¿Qué encontró en ella para ir más allá?

A mí siempre me ha interesado el trabajo con los demás, la cuestión comunitaria.

Ese sí ha sido un tema que me ha dado vuelo. Hay un libro titulado El infarto del alma, con fotografías de Paz Errázuriz, que estaba haciendo fotografías en un psiquiátrico y había descubierto que dentro de aquel centro había parejas de enamorados.

Mi idea fue escribir en paralelo con las fotos de Paz. Me gustó mucho trabajar en esa relación, fue un encuentro muy interesante.

Diamela Eltit para Jot Down 22

Es curioso que le atraiga el trabajo comunitario y haya escogido la profesión más solitaria quizá, la de escritor. ¿Logró conjurar la soledad a través de colaboraciones como esa?

Sí y no. Estás solo y no estás solo, en el sentido en que el lenguaje lo excede a uno mismo. Uno escribe solo, pero con todo lo que te llega, con las memorias, los distintos espacios, las situaciones.

Te retira de tu vida cotidiana y vuelves enteramente, es interesante porque hay una fuga de la vida. La vida es muy valiosa, pero también muy monótona. Fugarte un poco con la literatura hacia otros espacios me sigue pareciendo algo interesante. 

¿Esa necesidad de fuga fue la que la hizo también acercarse al teatro? 

Yo he hecho guiones para cine, pero en teatro solo ha habido directores que han adaptado mis obras, no he escrito directamente para él. Especialmente, con una gran amiga y compañera de trabajo hicimos un mediometraje bastante raro…

Muchos compañeros escritores comentan que, precisamente porque los procesos del cine son complejos, nunca quedan contentos con el resultado. ¿En su caso no fue así?

Ah sí, hice guiones para dos películas más comerciales que las anteriores que había hecho. En una de ellas, entre lo que yo pensé y escribí y lo que se hizo al final había una diferencia enorme. Me di cuenta de que había una falla mía tal vez, en el sentido de no pensar que eso requería una producción.

Eso no lo había pensado. El cine pasa por sumas de dinero no menores, que acaban transformando el producto final. 

Lo del papel y el bolígrafo es mucho más barato, claro…

Sí, sí [ríe].

¿Cree que su obra está impregnada o atravesada de una intención feminista, o de una intuición feminista…?

No. A mí nunca me interesó mucho hacer una literatura que propusiera posiciones ideológicas, para eso están los discursos teóricos y sociales, que siempre van a ser importantes, interesantes e iluminadores.

Para qué voy hacer una novela feminista, si hay un pensamiento feminista lo suficientemente sólido como para iluminar el campo. En otro registro, hice una literatura muy mental, no tan fundada en las intuiciones femeninas y sus programas. La mía no es una literatura ilustrativa de nada, sería limitante como creatividad.      

En los últimos años hemos asistido a un fenómeno chileno como el de Las Tesis, que han irradiado su forma de expresión por todo el mundo. El año pasado las conocí en Cádiz y no pude preguntarles si habían leído a Diamela Eltit, ¿usted cree que lo hicieron?

[Risas] Mira, Las Tesis creo que leyeron a Rita Segato, la comunista argentina.

Y es divertido porque tomaron el himno de la policía y lo pusieron en evidencia. Era el himno real, y era muy complejo una vez que lo escenificaron.

Me parece muy interesante la performance y la puesta en escena. Tuve una reunión pública con ellas, también con otro grupo que hace acción lumínica, Delight.

Son los dos grupos más importantes e interesantes de esa escena. Yo trabajé mucho cosas parecidas. Por otra parte, estaba muy atenta a cosas del estilo de cómo votamos, cómo se consigue el voto para las mujeres…

Era mi siguiente pregunta. Las cosas conquistadas, ¿no tienen vuelta atrás, o son más frágiles de lo que pensamos?

Hay construcciones, destrucciones, en esto como en todo.    

Pasó también una temporada en México. ¿Puede recordar aquella etapa, qué le hizo salir del país y afincarse allí?

Cuando vino la transición en el año 90, yo había trabajado en cuestiones sociales, escribiendo textos para distintos políticos, ¿no?

Me llamaron y me dijeron que había cinco cargos de agregadurías culturales, y me ofrecieron una por el trabajo de colaboración que yo había hecho, anónimo, sin firma.

Me preguntaron adónde quería ir, nunca lo había pensado, así que decidí que fuera México, donde nunca había estado. Fue un trabajo complicado e interesante, pues no había relaciones entre los países y me tocó redactar muchos convenios. Eso me sacó de la parte más social de mi trabajo, para dedicarme a tareas puramente burocráticas. 

¿Le resultó fácil integrarse en el ambiente literario mexicano? ¿Con quién hizo pandilla?

Sí, todavía tengo buenas amistades allá. Estaban Carlos Mosiváis, que era muy sabio… No, olvidémonos de esa palabra, era muy erudito, tremendamente erudito, trabajaba en las culturas populares… A mi amiga Marta Lamas, a Margo Glatz, en fin, conocí a muchos. A Carlos Fuentes, también, era muy simpático. Tuve la suerte de estar en esos grupos en los que circulaban siempre los mismos. 

¿Pitol andaba por allí, también? ¿A Monterroso?

Sí, a Sergio Pitol lo conocí, pero estaba mucho en el extranjero. Cuando regresaba a México lo encontraba. Y Monterroso era guatemalteco y vivió en México…

¿Por qué sonríe al hablar de Augusto Monterroso, le ha venido algún recuerdo simpático de él?          

Era bajito [ríe].

No sé si sabe que una vez se hizo una foto al lado de Cortázar, que era altísimo, medía casi dos metros, y la hizo publicar en la prensa de Guatemala con el siguiente pie: «El escritor Augusto Monterroso, junto a un hombre de estatura normal».

No la sabía [ríe]. 

Diamela Eltit para Jot Down

¿Podía usted sospechar entonces, cuando llegó a México, que algún día la llamarían para concederle el premio de la FIL de Guadalajara?

Mira, el primer premio FIL se lo concedieron a Nicanor Parra, y yo había sido alumna de Nicanor en la Universidad. Yo me lo gané más de treinta años después o más, nunca pensé en ese premio. Pero sí, vivir en México fue liberador, supuso para mí salir del exilio interior…

¿Cómo era el profesor Parra?

Nicanor, como sabes, era físico cuántico, había estudiado en Inglaterra.

Tenía una familia muy ligada a lo popular, su hermana era Violeta Parra, una de las más importantes compositoras latinoamericanas.

Y bueno, él era muy inteligente, más que como profesor, era un espectáculo verlo a él. Era muy simpático, siempre tuve muy buena relación con él y cuando estudié con él fue muy provechoso.

El físico se recicló como literato. Lo que no me sirvió fue para escribir, no aprendí técnica de él, más bien cómo leía el mundo. Decía cosas como «cuando un hombre se va con la mujer de otro, arde Troya». Esa era su síntesis del mundo [risas].  

No quiero dejar de preguntarle por algo que quizá le resulte engorroso, o embarazoso. Me refiero a su relación con Roberto Bolaño, del que han circulado muchos rumores respecto a usted. Para no dejar las cosas al chisme, le pregunto qué pasó con él.

Él murió joven, desafortunadamente. Por respeto a su muerte, prefiero no hablar de Bolaño. 

De su obra, ¿sí puede hablar? 

Yo prefiero no referirme a Bolaño.

Volvamos a la FIL. A menudo los escritores se obsesionan con los premios, pero, ¿son tan importantes? ¿Cambia realmente algo de su obra cuando lo reciben, más allá de que vengan bien económicamente?

Yo he escrito libros no marginales, pero desde luego he trabajado en otra dirección más ligada a la producción que a la difusión.

Lo otro tiene servidumbres, un representante que te diga que tienes que ir para acá o para allá… Yo me siento muy libre en ese sentido, con las editoriales no tengo una exigencia, y no sigo los premios, dónde se dan, en qué minuto.

Sinceramente, no estoy en eso. Ahora bien, es estimulante recibirlos, pero hay un espacio más complejo, más retorcido, y es pensar inevitablemente que se equivocaron cuando te dieron el premio.

Nada es tan simple, no puedo evitar pensar así, si me lo merecía o se han equivocado. Pasé muchos años sin premios, pero con ellos o sin ellos he tenido que seguir con los mismos desvelos. Los premios que tengo no me sirven para escribir la próxima novela que tengo entre manos.   

Juan Goytisolo decía algo parecido, solo estaba convencido cuando le lanzaban un anatema o una fatua, los premios en cambio le hacían sentir que había un error. ¿Usted ha recibido alguna amenaza que le ayude a saber que va por el buen camino?

No, bueno, yo tuve inicios más difíciles por muchas situaciones, pero tengo una cosa: el lunes me puedes molestar, y el martes se me olvida. 

Una parte de su escritura tiene mucho que ver con lo oral. Fernando Quiñones solía pasear por los mercados y las plazas, y cuando alguien le preguntaba decía que estaba trabajando, «haciendo oído». ¿Usted ha hecho oído, también, ha sacado esa antena?

Me interesa mucho el habla de la gente, que alguien diga «ojalá que no haiga frío» y pensar que es toda la comunidad la que construye ese «haiga».

Luego reviso mucho los textos hasta niveles agotadores, me agobio yo misma al revisar mis textos. Siempre hay una vez más. Luego, cuando termino la novela y la mando al editor, siento pánico de que sea la última lectura y se deslice algún detalle sin corregir, pero después me olvido y sigo con la próxima.  

¿Nunca se relee a sí misma?

Poquito, poquito. No le encuentro mucho sentido. 

Me impresionó una frase suya, «el libro tiene todos los lectores que necesita». Es como impugnar la idea de la injusticia literaria. ¿Hay un orden natural que hace que cada libro tenga su público justo?

Creo que el acto de leer sigue siendo más importante que el cuántos leen. Lo otro es para los responsables de las editoriales, para los economistas. 

¿Y aspira más a lectores de calidad, inteligentes, sagaces, que a un determinado número de ellos?

No, si me leen… Claro que si son inteligentes lo agradezco, pero el lector elige qué lee, es soberano, y es normal que en una oferta múltiple de lecturas tengan más conexión con unas cosas que con otras. Nunca he pensado mucho más allá de eso, me parece bien, no me obsesiona. 

Diamela Eltit para Jot Down

La izquierda, por la que tanta gente luchó e incluso dio su vida, ¿es hoy lo que era? ¿Está a la altura de los tiempos y de su propia historia?    

Mira, venimos de una tremenda derrota hace poquitito, se acaba de perder el proceso para generar una nueva Constitución, y ha sido un golpe para la izquierda chilena, uno de los más graves después del golpe de Estado.

La gente que yo conozco estamos pensando qué pasó, cómo pasó. Es muy pronto para explicarlo íntegramente, pero lo estamos analizando…

Pero más allá de esa coyuntura, no solo en Chile, ¿están las corrientes progresistas dando respuesta a los problemas de hoy, o toca una reformulación, una puesta al día?

La izquierda de hoy no es la de los años 70, pero el problema más bien es que la ultraderecha está ahí, la gente de Vox por ejemplo va a Chile a hablar con la derecha chilena…

No sé cómo estarán las elecciones en Italia [finalmente, venció la candidata ultraderechista Giorgia Meloni, actual presidenta del Consejo de Ministros de la República, N. de R.], Bolsonaro en Brasil…

Digamos que hay un estado de cosas complejo, creo que hay un desgaste del neoliberalismo del que esa ultraderecha es un síntoma.

¿Quiere decir que la izquierda se limita a definirse por contraste con la derecha?

Mira, no sé si sabes lo que pasó en Chile. Primero, elecciones, ganó pero perdió las cámaras. Llevar adelante su programa era muy complejo, pero estaba el proceso constituyente.

Y este no solo no se gana, sino que se pierde por una cifra abismal, impensada, que ni siquiera la derecha lo había calculado en ningún momento. Nadie sabe esos votos qué son, por qué votaron eso, qué hay en ese número…

¿Qué literatura va a generar en Chile estos tiempos tan movidos?

Creo que habría sido interesante que se hubiera ganado la asamblea y se hubiera estrenado una nueva Constitución, porque la antigua había sido redactada en los tiempos de Pinochet.

Estamos en ese tiempo que no ha terminado, y lo que trae este nuevo liberalismo es la fantasía del yo frente a la comunidad: yo tengo que triunfar, yo… Un mundo del like, me gusta, me gusta. Y del selfi, ya no hay otros, es yo y yo. Incluso hicieron maquinarias para sacarte mejor, filtros.

Y la literatura no es ajena a los movimientos sociales, se ha generado una literatura del selfi, yo y mi vida.

Pero también es muy débil, porque el yo es algo muy complejo, no lineal. Es algo por alcanzar siempre, y hay más de un yo siempre.

Ya lo dice Federico García Lorca, «yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa». Esa literatura selfi es bastante agotadora para mí. Veremos si se rompe esa línea, desgraciadamente a lo mejor no se rompe, porque en Chile al menos continúa. 

En la pandemia pareció que había un espejismo de vuelta a la comunidad, para volver a las mismas. ¿En Chile ocurrió igual? 

Nosotros más rotundos con las elecciones, en las que se discutían muchas cuestiones comunitarias.

El agua, por ejemplo, el mar que en nuestro país está en manos de siete familias chilenas y los pescadores artesanales están jodidos totales, el litio es de los chinos, tenemos todos los recursos naturales amenazados…

Hay que ver, hay que ver qué pasa con algo tan necesario como es el nosotros. 

Diamela Eltit para Jot Down

Imagen de portada: Manifestaciones en Santiago de Chile, Chile.

FUENTE RESPONSABLE: JOT DOWN. Por Alejandro Luque. 13 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Literatura/América Latina/Chile/Pensamiento crítico/Política/Entrevista.

Se rompe por fin la barrera del tiempo en el mundo cuántico.

Una investigación consigue retrotraer un fotón al estado temporal en el que se encontraba antes del experimento.

Una nueva investigación ha conseguido por primera vez la reversión real del tiempo en un sistema cuántico, más allá de una especulación matemática o de una simulación. 

Llevó un fotón al estado que estaba antes del experimento, sin saber cómo cambiaba en el tiempo, ni tampoco cuáles eran sus estados inicial y final.

Sabemos positivamente que a escala atómica es imposible volver hacia atrás en el tiempo: una vez que batimos un huevo, no sabemos cómo devolverlo a su estado anterior.

Hipotéticamente sería posible, pero necesitaríamos conocer en detalle cómo se movió cada molécula del huevo a lo largo del proceso temporal que modificó su estado natural en otro diferente.

En el mundo cuántico, que es el mundo de lo infinitamente pequeño, rigen otras leyes diferentes que permiten hipotéticamente revertir los procesos físicos, como se ha comprobado mediante simulaciones o especulaciones matemáticas.

Se pueden revertir esos procesos porque el tiempo cuántico está en una superposición de estados en la que pasado, presente y futuro se funden, y en la que los procesos de causa y efecto se invierten.

Primeros pasos

Siguiendo esta línea de investigación, en 2019 científicos rusos consiguieron simular la inversión del tiempo en un ordenador cuántico: crearon un estado que evoluciona en sentido contrario a la flecha del tiempo.

Lo que hicieron estos científicos fue desarrollar unos cubits (la unidad básica de información de la computación cuántica) en el seno de uno de los ordenadores cuánticos creados por IBM y los hicieron evolucionar, es decir, les cambiaron su estado siguiendo la flecha del tiempo del presente al futuro, y luego los volvieron al estado en el que se encontraban antes del experimento, que duró una fracción de segundo.

Siguientes pasos

Los autores de esta investigación aseguran que crearon artificialmente un estado cuántico que se movía en la dirección opuesta a la flecha de tiempo termodinámico.

Una segunda investigación, publicada en 2020, aseguró que es posible no solo simular, sino también revertir, la dinámica cronológica de un sistema cuántico.

Esta investigación estableció incluso los pasos teóricos para realizar un viaje en el tiempo que en realidad consiste en crear una copia “invertida” de un sistema cuántico que sigue las mismas leyes de la evolución, pero a la inversa: retrocede hacia el pasado, en vez de avanzar hacia el futuro.

Paso concreto

Una nueva investigación, esta vez desarrollada por físicos de la Universidad de Viena y del IQOQI de Viena, ha conseguido lo que podría ser el paso definitivo para llevar a la práctica la reversión del tiempo en el mundo cuántico.

Los autores de esta investigación, de la que es primer autor Peter Schiansky, han desarrollado un protocolo que, actuando sobre cualquier cúbit, lo propaga al estado temporal que tenía antes de empezar el experimento.

Explican que este protocolo funciona colocando el cúbit (que ya está naturalmente en una superposición de estados) en una superposición adicional de trayectorias de vuelo, donde se actúa sobre él mediante operaciones cuánticas no caracterizadas, pero repetibles.

Rebobinando el tiempo

Ese protocolo combina por un lado lo que se conoce a nivel teórico como rebobinado universal (porque rebobina el tiempo como si fuera una película), con una configuración óptica compleja, y demuestra, por primera vez experimentalmente, que es posible revertir los cambios temporales de un sistema cuántico.

Para ello, según se explica en un comunicado, emplearon componentes de fibra óptica ultrarrápidos e interferómetros de espacio libre dispuestos como un interruptor cuántico.

Revirtieron con éxito la evolución temporal de un único fotón sin saber cómo cambiaba en el tiempo, ni tampoco cuáles eran sus estados inicial y final.

Garantía de éxito

«Sorprendentemente, este protocolo ni siquiera requiere que se conozca la naturaleza de las interacciones con el sistema cuántico», dice Schiansky.

Este protocolo de rebobinado universal es óptimamente eficiente en su tiempo de ejecución y se puede ampliar para tener éxito con una probabilidad arbitrariamente alta, aseguran los investigadores.

La prueba de que los protocolos de rebobinado existen en esta forma general y que son técnicamente factibles contribuye a nuestra comprensión de la mecánica cuántica fundamental, según los científicos.

Mejorar la computación cuántica

En el futuro, estos protocolos podrían convertirse en una herramienta útil en las tecnologías de la información cuántica, concluyen los investigadores.

Hay que tener en cuenta que todas estas investigaciones no están pretendiendo poner los cimientos de una futura nave que pueda viajar a través del tiempo basándose en tecnologías cuánticas, sino más bien posibilitar que un ordenador cuántico regrese periódicamente al pasado inmediato para corregir posibles errores y desarrollar nuevas funciones como si nada hubiera ocurrido, sin arrastrar las consecuencias de los fallos anteriores.

Referencia: Demonstration of universal time-reversal for qubit processes. P. Schiansky et al. Optica, vol. 10, número 2, págs. 200-205 (2023). DOI:10.1364/OPTICA.469109

Imagen de portada: Es imposible revertir la metamorfosis que sufre una planta de un diente de león cuando soplamos sobre ella. C: CHRISTINE SCHIANSKY @FREOWYNART

FUENTE RESPONSABLE: Levante. El Mercantil Valenciano.España. Por Eduardo Martinez de la Fe. 13 de febrero 2023.

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