La civilización minoica pudo haber utilizado “caminos estelares” para navegar.

Un reciente estudio llevado a cabo por un arqueoastrónomo italiano de la Universidad de Gales sugiere que los antiguos minoicos emplearon «caminos estelares» para trazar sus rutas de navegación y así poder alcanzar, con total seguridad, todos los rincones del Mediterráneo.

Creta, ubicada al sureste de Grecia, en el mar Egeo, fue la cuna de la civilización minoica, que floreció en esta isla mediterránea en la Edad del Bronce (2600 a.C.-1100 a.C.). El término «minoico» hace referencia al rey Minos, que gobernó la isla según el mito y a quien se atribuye el desarrollo de la talasocracia (término que se emplea para referirse al dominio de los mares por parte de una civilización) sobre todos los territorios que se asomaban al Mediterráneo. 

Con el objetivo de profundizar en el estudio de cómo los antiguos minoicos consiguieron ese dominio de los mares, el arqueoastrónomo de la Universidad de Gales Alessandro Berio ha llevado a cabo una investigación en la que afirma que la antigua civilización minoica desarrolló importantes tecnologías náuticas que contribuyeron a su expansión comercial por todo el Mediterráneo.

MAPAS ESTELARES

Para llevar a cabo este trabajo, cuyos resultados se han publicado en la revista científica Mediterranean Archaeology and Archaeometry, Berio examinó la orientación de los grandes palacios minoicos (cuya característica principal son los grandes patios rectangulares, generalmente orientados de norte a sur en el eje largo) a lo largo de las direcciones de navegación. El estudio demostró que los palacios estaban orientados hacia la salida y puesta de determinadas estrellas que los antiguos marinos minoicos emplearon para orientarse.

Berio examinó la orientación de los grandes palacios minoicos a lo largo de las diversas rutas de navegación.

Imagen aérea del palacio de Cnossos que muestra cómo la estrella Spica lo conecta con el importante emporio fenicio de Sidón..Alessandro Berio

Así, según el estudio de Berio, los minoicos utilizaron los llamados «caminos de estrellas» o constelaciones lineales, una forma de navegar que los polinesios llaman kaveinga y que, según el arqueólogo, los minoicos usaron para llegar hasta las diversas ciudades de la costa mediterránea. Berio pone como ejemplo de «camino estelar» a Spica, en la constelación de Virgo, una estrella que, según él, conecta el palacio de Cnossos con el importante emporio fenicio de Sidón, en el actual Líbano.

RELACIÓN ENTRE PALACIOS Y NÚCLEOS COMERCIALES

«Se plantea la hipótesis de que la orientación de la arquitectura palaciega hacia caminos estelares y rutas marítimas específicas puede haber simbolizado las relaciones especiales entre los palacios y los distintos núcleos comerciales extranjeros, al mismo tiempo que fue una fuente de legitimación del poder para la élite local que controlaba el poder ideológico y tecnológico», afirma Berio en su artículo.

Rutas comerciales realizadas por los minoicos utilizando las rutas celestiales.Alessandro Berio

Todos estos descubrimientos hacen hincapié en la habilidad que demostraron los minoicos a la hora de navegar y también ponen en duda la creencia imperante hasta la fecha entre los investigadores sobre las limitaciones que tenía la navegación en mar abierto en la Antigüedad, así como sobre el desarrollo de las matemáticas y del comercio a larga distancia durante la Edad del Bronce.

Estos descubrimientos hacen hincapié en la habilidad que demostraron los minoicos a la hora de navegar.

Con todo, Berio cree que es necesario profundizar aún más en este tema para lograr comprender completamente tanto el vínculo existente entre los diversos palacios minoicos y las ciudades con las cuales comerciaban los antiguos cretenses como las técnicas de navegación celestiales que, al parecer, empleó con gran éxito esta fascinante y enigmática civilización.

Imagen de portada: Recreación de un barco de la flota minoica navegando en alta mar. Alessandro Berio.

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por J.M. Sadurni. Actualizado 7 de marzo 2023.

Sociedad y Culrura/Antigua Grecia/Arqueología/Actualidad.

Aún hay que luchar.

Dice el mito que Perséfone, hija de la diosa Deméter, fue secuestrada por Hades, el dios de los muertos y el inframundo. Mientras la buscaba, su madre descuidó de tal modo sus deberes —bajo su mando se encontraban la vida, la agricultura y la fertilidad— que la tierra se heló y la gente comenzó a pasar hambre; fue así, y no de otro modo, como nació el invierno. 

Las cosas no retomaron su curso natural hasta que Deméter y Perséfone se reencontraron, dando lugar a la primavera, pero la joven no podía permanecer siempre en el mundo terrenal: durante su cautiverio, había comido unas semillas de su captor, y todo el mundo sabe que quienes ingieren los alimentos de los difuntos no pueden regresar al reino de los vivos. 

Como las deidades del Olimpo eran razonables y civilizadas, se llegó a un acuerdo que, más o menos, satisfizo a todas las partes: Perséfone permanecería con Hades durante un tercio del año, aquél que a partir de entonces daría lugar a los meses invernales —los griegos de entonces no concedían entidad propia al otoño, por lo que sólo contaban tres estaciones— y pasaría el resto con su madre, estableciendo de ese modo el ciclo por el cual la tierra desfallecería durante un tiempo para renacer más tarde. 

En un momento muy concreto de toda esta historia, cuando aún trataba de encontrar a su hija, Deméter se detuvo a descansar en Eleusis y enseñó allí a Triptólemo, hijo del rey Céleo, los secretos de la agricultura para que los compartiera con todos los habitantes de Grecia. 

De esas enseñanzas nacieron los misterios eleusinos, el rito de iniciación más importante de cuantos se llevaban a cabo en aquel lugar y en aquel tiempo. 

La antigua Eleusis se ha convertido con el transcurrir de la historia en la moderna Elefsina, y queda como testigo del pasado un yacimiento arqueológico que impresiona por sus dimensiones y la riqueza que esconden sus múltiples e insospechados recodos, pero también por el modo en que contrasta con el paisaje urbano que conforma la ciudad de la que emergió. 

La ruptura es tan agresiva que cualquiera creería que la historia se quedó aquí en suspenso, que en un determinado instante la Eleusis de los mitos dejó de existir y que sólo al cabo de los siglos surgió en el mismo lugar otro asentamiento totalmente distinto y ajeno a la idiosincrasia embrionaria del lugar, como si el enclave se hubiese olvidado de sí mismo y sólo mantuviera en la raíz etimológica un recordatorio o un vestigio de su vida anterior. 

«¿A qué van a Elefsina?», nos pregunta el taxista cuando le indicamos la dirección a la que debemos acudir, y hay en su pregunta sorpresa e incredulidad, porque no es habitual que se acerquen los visitantes hasta esas calles impersonales, que se asoman sin embargo al mismo mar que alumbró la cultura occidental desde los diques del Pireo. 

Elefsina es ahora, o lo fue hasta hace poco, una pequeña localidad industrial que ha visto su identidad anulada de tal modo que casi se la puede considerar un mero suburbio de la conurbación ateniense. 

El progreso se abrió paso aquí a costa del olvido. Los edificios son anodinos y los parques carecen de gracia. Los polígonos industriales han tomado el relevo de las antiguas ágoras. 

Desde el paseo marítimo, en el atardecer, se aprecian a lo lejos las luces de la inmensa refinería, que toma el testigo de los viejos faros para anunciar a los navegantes la proximidad de su destino. Viene al caso aquella célebre paradoja de Teseo: una cosa puede transformarse en otra muy distinta, pero seguirá siendo la misma siempre y cuando la memoria haga su trabajo. 

Sólo un recuerdo remoto y vago emparenta la antigua Eleusis con la moderna Elefsina. El contraste impacta, pero no debería resultar extraño. También nosotros tendemos a creer que somos los que hemos sido siempre cuando, en realidad, nunca hemos sido exactamente los mismos.

Una llamada perdida

Vengo a despedirme de la Acrópolis y tomo asiento en unas pequeñas rocas que se alinean frente a la fachada oriental del Partenón. 

Quiero concentrarme en lo que observo, pero mi cabeza emprende un viaje por su cuenta y me transporta algunas décadas atrás, a la época en que yo andaba por los diecisiete años y estudiaba el COU. Mi instituto se encontraba en un palacio barroco que había experimentado varias reformas a lo largo de los siglos, pero conservaba, entre otros rasgos de su estructura original, un claustro de regusto clasicista en torno al cual se distribuían los pasillos y las aulas. 

Entre éstas, había una que se dedicaba de manera casi exclusiva a acoger las clases de Historia del Arte. 

Se encontraba en la planta baja de una de las alas del patio: era un espacio estrecho y lóbrego, muy adecuado si se tiene en cuenta que pasábamos la mayor parte del tiempo viendo en vídeos y diapositivas lo que, de manera mucho más plúmbea, se describía en nuestro libro de texto. 

El profesor era uno de esos huesos a los que tiene que enfrentarse cualquier estudiante para poner a prueba su capacidad de resistencia. Lo llamábamos siempre por su apellido, Montila, y la mera pronunciación de esas tres sílabas suponía invocar una autoridad bajo la cual todos nos sentíamos entre acorralados e indefensos. 

Ejercía de jefe de estudios y ya había tenido algún encontronazo con él antes de convertirme en su alumno —en el segundo curso del BUP nos sorprendió a unos cuantos pirando la clase de Religión, y más de una bronca me echó en algún recreo por alguna trastada—, así que no me alegré demasiado cuando supe que lo iba a tener de profesor. 

Contra todo pronóstico, en las clases se reveló como un hombre cultísimo, ameno y lúcido. Su elocuencia erudita se combinaba con un sentido del humor que desmentía o matizaba las solemnidades retóricas a las que era tan aficionado y nos convertía en cómplices de unas sesiones en las que prevalecía un distanciamiento teñido de respeto —jamás nos trataba de tú, siempre de usted—, pero también un raro mejunje dialéctico que combinaba la paciencia y la malicia con la sabiduría de quien conoce el método para aleccionar a sus discípulos sin que se vean apabullados por la trascendencia del hallazgo. 

Me contagió su pasión por dos hitos insoslayables de la antigüedad clásica —la Acrópolis de Atenas y el Panteón de Agripa— y acogía con una condescendencia divertida las ocurrencias que de vez en cuando nos atrevíamos a plantarle en los exámenes. 

Una vez dibujé una caricatura suya algo burlesca que se me cayó de la libreta en plena clase —nunca he sido bueno para las conspiraciones— y, aunque me valió una de esas riñas que uno no olvida por mucho que lo intente, luego supe que la andaba enseñando orgulloso en la sala de profesores. Contra todo pronóstico, terminamos cultivando algo parecido a una amistad: me fui a estudiar a Salamanca, pero procuraba verlo siempre que volvía de visita, y era habitual que nos citáramos en algún momento del verano. 

Le regalé ejemplares de mis primeros libros y me consta que alguna vez se interesó por el rumbo de mi vida cuando daba con algún conocido común. Lo vi por última vez hace algunos años, antes de que irrumpiera la pandemia, y lo noté envejecido, pero aún conservaba esa agilidad mental con la que sacaba punta a la menudencia más insospechada. 

Ha pasado un cuarto de siglo desde que dejé de ser su alumno y me doy cuenta, en esta mañana ateniense, de que guardo su número de teléfono. Lo busco en la agenda del móvil y llamo simplemente para decirle que en este preciso momento tengo delante el Partenón y me estoy acordando mucho de él. 

Tras unos segundos, suena una voz femenina, metálica, ominosa: «El número marcado no corresponde a ningún usuario». Incrédulo, pulso el botón otra vez más, y otra, y recibo la misma respuesta. A mis pies, Atenas refulge bajo el sol de invierno, esplendorosa e impávida, pero cuando salgo de la Acrópolis se viene conmigo la sensación de que algo se me ha apagado dentro.

Viejos principios

El día se ha despertado enrabietado. 

Unas nubes plomizas cubren el cielo y comienzan a desangrarse en una suave lluvia que se va enojando poco a poco y se terminará convirtiendo en aguanieve cuando tomemos el taxi que nos conducirá hasta el aeropuerto. 

Tenemos que rendir una última visita antes de abandonar Atenas y el paseo nos lleva hasta la colina vecina de la Acrópolis. Aguarda en su ladera la oquedad que una vez fue la prisión donde estuvo encerrado Sócrates, pero nuestro destino se encuentra unos metros más arriba. 

Se trata del lugar donde el venerable Solón, un poeta y legislador al que se considera uno de los siete sabios de Grecia, quiso reunir a los ciudadanos atenienses para que desde allí debatieran los asuntos que concernieran tanto a la convivencia dentro de la polis como a las relaciones que ésta mantendría con los territorios vecinos. El Pnyx es ahora un parque público por cuyos senderos corretean los perros libremente y en el que es fácil encontrarse con atenienses madrugadores, aunque el tiempo no acompañe. 

La plataforma de piedra sobre la que pronunciaron sus discursos Alcibíades o Pericles se muestra como si tal cosa en una vuelta del camino, ajena al estremecimiento que inspiran su pared rocosa y la perspectiva de la ciudad que ofrece su tribuna. 

Un escalofrío amable recorre mi columna vertebral cuando pienso que en este preciso punto del mapa se inventó lo que denominamos democracia. Que aquí comenzaron a nacer los principios que, tras muchos trompicones, nos han convertido en lo que somos, ésos que algunos intentan siempre descabalar a toda costa, los mismos por los que, tantos siglos después, aún hay que luchar.

Imagen de portada: Partenón de Atenas; Grecia.

FUENTE RESPONSABLE: Zenda. Apuntes, Libros y Cía. Por Miguel Barrero. Editor: Arturo Pérez-Reverte. 14 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Antigua Grecia/Atenas/Mitos y Leyendas/Vivencias/ Pensamientos/Relaciones

Artemisia, la mujer que combatió en la Batalla de Salamina.

La reina de Caria, Artemisia I, fue la única mujer que participó en las batallas navales de cabo Artemisión y de Salamina en el año 480 a.C. 

Su gran valentía y determinación le valieron una gran reputación como estratega, de tal modo que fue la única mujer comandante de una flota en el ejército del Gran Rey persa Jerjes I. Llegado el momento, y a pesar de que Artemisia le ofreció el mejor consejo para derrotar a los griegos, el monarca no la escuchó y envío a toda su flota a una derrota segura.

Artemisia I de Caria está considerada la primera mujer que fue almirante de una flota de la historia, además de hacer gala en situaciones difíciles de un gran sentido común. Y es que tal vez si el rey persa Jerjes I, en el año 480 a.C., le hubiera hecho caso la historia hubiera seguido otros derroteros.

En un mundo eminentemente masculino, Artemisia llegó a comandar una flota de cinco barcos que se enfrentarían a los griegos en el cabo Artemisión y en Salamina. Pero Jerjes I decidió hacer caso omiso del sabio consejo que le dio su comandante antes de la batalla y, en consecuencia, los griegos hundieron sin compasión la flota persa.

ORIGEN DESCONOCIDO

Algunos historiadores, como el macedonio Polieno o el romano Justino, ya hacían referencia a aquella mujer legendaria por su astucia y por su valentía, de la que, sin embargo, se sabe muy poco. 

Se cree que Artemisia nació en la ciudad de Halicarnaso en una fecha incierta del siglo V a.C. A pesar de sus orígenes helenos, la costa de Caria, en Asia Menor, fue anexionada al Imperio Aqueménida por el general Harpago, al servicio del soberano persa Ciro II, tras sofocar una rebelión dirigida por el rey lidio Creso en el año 545 a.C. 

Tras la conquista, las ciudades estado de Asia Menor disfrutaron de cierta autonomía, pero no dudaron en levantarse en armas contra Darío I, que acabó por convertir Halicarnaso en una satrapía del Imperio, gobernada por el padre de Artemisia, Lígdamis I.

La mayoría de historiadores opina que Artemisia nació en la ciudad de Halicarnaso en una fecha incierta del siglo V a.C.

Mapa que muestra el mundo griego durante las Guerras Médicas.Mapa: Juan Jose Moral (CC BY-SA 2.5 )

A día de hoy, el origen del nombre de Artemisia sigue sin estar muy claro. Hay investigadores que creen que hay que buscar su procedencia en la región de Frigia, en Asia Menor, y otros consideran que sus raíces proceden del persa, en cuyo caso la raíz arta, art o arte podría significar «grande» o «sagrado», en clara relación a la diosa griega de la caza, Artemisa. De hecho, muchos expertos se inclinan a aceptar una etimología cuyo significado sea «pura» o «doncella», como lo era la divinidad helena, una de las más antiguas y veneradas del panteón.

UNA HÁBIL ESTRATEGA

En sus Estratagemas, el macedonio Polieno dice que Artemisia heredó la personalidad de su madre, que era cretense, y que desde muy pronto se sintió atraída por la estrategia militar. 

Dio claras muestras de su habilidad en este terreno, según sigue narrando Polieno, cuando urdió un original plan para tomar la ciudad de Latmos: 

Artemisia encabezó una procesión religiosa y marchó a Latmos con la excusa de llevar a cabo allí un sacrificio ritual. Los habitantes, deseosos de contemplar el espectáculo, salieron en masa de la ciudad, y, mientras disfrutaban de la actuación, los hombres de Artemisia tomaron Latmos.

Pero más allá de esa anécdota, el episodio por el cual la estratega ha pasado a la historia fue por su participación en la Segunda Guerra Médica, cuando Jerjes I quiso invadir Grecia como castigo por la derrota que los griegos habían infligido a los persas en la batalla de Maratón en el año 490 a.C.

Jerjes I quiso invadir Grecia como castigo por la derrota persa en la batalla de Maratón en el año 490 a.C.

Relieve que representa al rey persa Jerjes I en el Museo Nacional de Irán, Teherán.

Relieve que representa al rey persa Jerjes I en el Museo Nacional de Irán, Teherán.Foto: Darafsh (CC BY 3.0)

Ante la inminente invasión, las polis griegas se unieron para hacer frente al colosal ejército persa, que trasladó la contienda a mar abierto. No era una sorpresa. De hecho, era lo que había previsto el general ateniense Temístocles, quien había impulsado la construcción de una enorme flota de más de 200 trirremes. 

El primer choque entre ambas escuadras tuvo lugar en el cabo Artemisión, donde Aquemenes, hijo de Darío I y hermano de Jerjes, había perdido un tercio de sus barcos a causa de una terrible tempestad. Aun así, la flota persa triplicaba en número a la de los griegos.

EL VALOR DE ARTEMISIA

Y aquí entraría en acción Artemisia. Su protagonismo aumentó justo en el momento en que los griegos parecían estar perdiendo la batalla. La retaguardia griega había conseguido retrasar el avance de los persas en el desfiladero de las Termópilas, pero, a pesar de ello, los griegos se vieron obligados a replegarse hacia el istmo de Corinto y la isla Salamina. El ejército del Gran Rey persa logró tomar y destruir Atenas, pero Jerjes dudaba entre librar un combate naval contra los griegos en Salamina o, por el contrario, concentrar sus esfuerzos en tierra firme, con su infantería apoyada por su inmensa flota.

El protagonismo de Artemisia aumentó justo en el momento en que los griegos parecían estar perdiendo la batalla.

La batalla de Salamina según una ilustración del siglo XIX realizada por Walter Crane. Foto: PD

Jerjes consultó a sus comandantes qué decisión tomar. Todos estuvieron de acuerdo: había que aprovechar que la flota griega se había retirado a Salamina para atacar y hundirla. 

Todos menos Artemisia. 

Aún a sabiendas de que su opinión contraria podía costarle la vida, la comandante se armó de valor y desaconsejó a Jerjes entrar en aquella bahía tan estrecha con la flota. También le instó a resguardar sus naves. Artemisia era consciente de que los marinos griegos eran superiores a los persas, como «lo son los hombres a las mujeres». Una apreciación que puede resultar curiosa en boca de una mujer que demostraba en aquellos decisivos momentos una sensatez mayor que la de sus pares masculinos. 

EL FIN DE UNA LEYENDA

A pesar de tener a sus compañeros en contra, Artemisia insistió en su idea de no entablar combate en Salamina mientras todas las miradas estaban puestas en Jerjes, temiendo su reacción. 

El Gran Rey no montó en cólera, pero tampoco hizo caso de la sugerencia de Artemisia, sino que prefirió tener en cuenta la opinión mayoritaria que abogaba por atacar a los griegos sin saber que aquello les conduciría al desastre. Y es que, tal como había profetizado Temístocles, la enorme cantidad de barcos persas que se adentraron en esa bahía de reducidas dimensiones hizo que se estorbasen continuamente los unos a los otros, lo que provocó que su superioridad numérica quedara reducida a la nada.

La Batalla de Salamina. Cuadro pintado por el artista Wilhelm von Kaulbach en 1868 en el que puede verse a Artemisia en el centro, disparando con su arco.Foto: PD

En medio de la cruenta batalla en aguas de Salamina, Artemisia, a cuya cabeza los griegos habían puesto precio, se encontró aislada del resto de la flota. 

Advirtiendo cómo se acercaba hasta su nave un barco enemigo para embestirla, la comandante prefirió adelantarse y atacar a uno de sus aliados para hacer creer a lo griegos que realidad era uno de los suyos. 

Cayendo en el engaño, los helenos dejaron de acosarla y Artemisia pudo escapar. Finalmente, tras la debacle de Salamina poco más se sabe de Artemisia. De hecho, su rastro se pierde en Caria, su patria, adonde al parecer regresó.

Siglos más tarde, el patriarca de Constantinopla, Focio el Grande, plasmó una historia sobre el final de Artemisia en su obra Myrobiblion

Según se cuenta en ella, la reina de Caria se enamoró de un hermoso joven llamado Dárdano, pero, al no ser correspondida, la despechada Artemisia se arrancó los ojos. 

Posteriormente, y siguiendo los dictados de un oráculo, la reina saltó desde lo alto de una roca en la isla de Léucade perdiendo de este modo la vida en el acto.

Imagen de portada: Efigie de Artemisia en una medalla del libro iconográfico Promptuarii Iconum Insigniorum realizado en 1553 por Guillaume Rouille´. Foto: PD

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por José M. Sadurni. 2 de diciembre 2022.

Sociedad y Cultura/Historia/Antigua Grecia/Guerras/Mujeres pioneras/Leyendas/Biografías.

Helike, la ciudad de la antigua grecia destruida por un terremoto y un tsunami.

UNA ATLÁNTIDA REAL

En el siglo IV a.C. un devastador terremoto destruyó esta próspera ciudad, que fue engullida por un tsunami y ha permanecido enterrada durante dos milenios hasta que unas excavaciones han comenzado a sacar sus tesoros a la luz.

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La historia de la destrucción de la mítica Atlántida es uno de los relatos más conocidos de la antigua Grecia. La poderosa ciudad fue tragada por las aguas como castigo de los dioses a la arrogancia de sus habitantes. 

Sin embargo existe una historia similar que nos remonta a una trágica noche de invierno del año 373 a.C. Ese día, la ciudad griega de Helike, en la costa norte del Peloponeso, sufrió un catastrófico terremoto seguido de un devastador tsunami. Justo cuando la civilización de la Grecia clásica se hallaba en su máximo apogeo, la ciudad entera y todos sus habitantes se perdieron para siempre bajo las aguas del Mediterráneo. 

Durante siglos la ciudad ha permanecido desparecida, y, para dar con sus vestigios, los arqueólogos tan solo podían guiarse por algunos relatos que la mayoría de las veces resultaban contradictorios. Pero en el año 1988, la arqueóloga Dora Katsonopoulou puso el marcha el Proyecto Helike con el objetivo de intentar localizar de una vez por todas la misteriosa ciudad perdida.

LA IRA DE POSEIDÓN

Fundada en la Edad del Bronce, Helike se convirtió en la principal ciudad de la región de Acaya, en el Peloponeso.

Según cuenta el propio Platón, la ciudad participó en la Guerra de Troya aportando un barco y, muchos siglos después lideró la Liga Aquea y llegó a ser la capital de las Doce Ciudades de la Antigua Acaya o Dodecápolis.Convertida en un importante entro cultural y religioso de la región, sabemos que Helike acuñaba su propia moneda, lo que queda confirmado por el hallazgo de dos monedas de cobre del siglo V a.C., que ahora se exhiben en los Museos Estatales de Berlín. 

Debido a que Helike rendía culto al dios del mar, Poseidón, en el anverso de las monedas se muestra la cabeza de esta divinidad, patrón de la ciudad, con la inscripción ELIK, y en el reverso aparece el característico tridente que porta el dios.

Vista de algunas estructuras arquitectónicas del yacimiento helenístico de Helike.Foto: Helike Project

Fue tal la importancia de Helike que llegó a fundar colonias como Priene en Asia Menor o Sibaris en el sur de Italia. 

El santuario de la ciudad donde se rendía culto a Poseidón Helikoniano era conocido en todo el Mediterráneo, y su importancia solo era superada por el de Apolo en Delfos. Pero tanta prosperidad tendría un abrupto final. 

Los autores clásicos atribuyen la destrucción de Helike a Poseidón, el cual, en un ataque de ira contra los habitantes de la ciudad porque se habían negado a entregar su estatua (o al menos un molde de la misma) a unos colonos jonios que la habían solicitado,agitó la tierra de un modo tan violento que provocó la total destrucción de Helike y sus habitantes.

LO QUE CUENTAN LOS ANTIGUOS RELATOS

Ciento cincuenta años más tarde, el geógrafo e historiador Eratóstenes visitó el lugar y dijo haber visto una estatua de Poseidón que se hallaba sumergida en un poros. 

Este término ha sido interpretado tradicionalmente por los investigadores como «estrecho», lo que sugería que la ciudad podía estar hundida bajo las aguas del golfo de Corinto. 

Alrededor del año 174 d.C., Pausanias también viajó hasta un lugar conocido como Helike, situado a unos siete kilómetros al sureste de la ciudad de Aigio, en la Grecia occidental. 

Allí dijo haber visto, bajo las aguas, los restos de unas murallas que podían haber pertenecido a la antigua ciudad. Ya no sería hasta el año 1861, cuando una expedición alemana que visitaba la región encontró en las inmediaciones del lugar una de la monedas con el rostro de Poseidón.

Drenaje de un edificio sumergido en Helike.Foto: Helike Project

Si nos basamos en los relatos antiguos, todo hace creer que los restos de la ciudad de Helike no pudieron ser saqueados debido a su situación bajo las aguas, y tampoco se hizo ningún intento por rescatarlos durante siglos. Por tanto sería lógico pensar que el yacimiento que se localizase pudiera ser una especie de «cápsula del tiempo» que mostrara a los arqueólogos cómo era la antigua Helike y cómo vivían sus habitantes. 

El arqueólogo griego Spyridon Marinatos, descubridor de la ciudad de Akrotiri en la isla egea de Santorini, que fue uno de los más entusiastas buscadores de la ciudad de Helike, calculó que esta podría esconder decenas de obras en bronce y mármol, y esperaba realizar «el descubrimiento de toda una ciudad antigua, mucho más preciosa e interesante que Pompeya». 

También aseguró que el de Helike sería»casi con seguridad el descubrimiento arqueológico más espectacular jamás realizado».

EN BUSCA DE HELIKE

En el marco del Proyecto Helike, la arqueóloga griega Dora Katsonopoulou y el astrofísico Steven Soter, del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, se pusieron en contacto con el oceanógrafo Paul Kronfield para llevar a cabo una exploración del fondo marino de la región de Aigion en 1994. 

Tras los estudios, el propio Soter declaró que a pesar de haber encontrado algunas perturbaciones sísmicas, estas no eran suficientes como para afirmar que allí pudiesen hallarse los restos de una ciudad. Katsonopoulou entonces volvió a releer los textos clásicos y se le ocurrió que el poros al que se referían los autores, el lugar donde decían que se había hundido la ciudad clásica, no solo podía tratarse del mar, sino que tal vez podía hacer referencia a una laguna interior actualmente seca. 

Así que Katsonopoulou decidió trasladar las investigaciones a la llanura adyacente, cerca de la moderna población de Rizomylos, donde el delta sumergido se había convertido en tierra seca debido a la acumulación de sedimentos fluviales y al levantamiento tectónico de la zona.

Tras excavar alrededor de 99 pozos entre los ríos Selinous y Kerynites, los arqueólogos encontraron conchas, moluscos y restos de cerámica bajo una fina capa de arcilla.

Pero lo que más llamó su atención fue que a 150 metros de la supuesta ubicación de la Helike clásica descubrieron los restos de una ciudad mucho más antigua, datada entre los años 2600 y 2300 a.C., y que al parecer había mantenido contactos con la Troya de la época. 

Pero las sorpresas no acabaron aquí.Esa supuesta Helike de la Edad del Bronce, que hasta aquel momento era una ciudad totalmente desconocida para los arqueólogos,al parecer también tuvo el mismo trágico final que la mencionada en los textos clásicos: fue destruida por un terremoto y sepultada bajo las aguas.

A la izquierda, la directora del proyecto Helike, Dora Katsonopoulou. Foto: Helike Project

Recipientes de cerámica encontrados en los edificios descubiertos en Helike.Foto: Helike Project

UNA ANTIGUA CIUDAD SALE A LA LUZ

Entre los años 2000 y 2001, el equipo del Proyecto Helike localizó durante las excavaciones, a tres metros de profundidad, bajo los depósitos de lo que parecía una laguna interior, los restos de varias estructuras del período clásico que podrían haber pertenecido a la antigua Helike. 

Los arqueólogos creen que habrían podido ser destruidos a causa de un terremoto y que ese podría ser el motivo de que se encontrasen bajo los depósitos de la laguna. 

Durante las excavaciones salieron a la luz calles adoquinadas y un edificio que fue bautizado con el nombre de «casa corredor», que aún conservaba intacto el ajuar doméstico, en especial algunas vasijas de cerámica que contenían restos de semillas.

También se hallaron pesas de telar de arcilla, una docena de monedas de bronce procedentes de la ciudad estado de Sición, en el Peloponeso, y una figura de Tanagra (un tipo de figurillas, normalmente femeninas, de terracota de carácter funerario originarias de la ciudad beocia de Tanagra) de color negro.

En 2012, los arqueólogos descubrieron que los sedimentos que cubrían los restos de la antigua ciudad contenían asimismo numerosos restos de microfauna marina, lo que demostraba sin ningún género de dudas que las ruinas habían estado sumergidas durante mucho tiempo. 

Hasta ahora todas las evidencias que se han ido acumulando apuntan a que la ciudad excavada por el Proyecto Helike fue destruida por un terremoto seguido de un terrible incendio, y que al final fue engullida por un violento tsunami. 

Olvidada por el tiempo, todo lo que la tierra se tragó permaneció intacto y sellado bajo espesos depósitos de arcilla, lo que parece confirmar lo que el equipo encargado de la excavación ha venido sospechando todo este tiempo: «Helike no se hundió en las profundidades del golfo de Corinto tal y como se creía, sino que fue sumergida en una laguna interior que más tarde se llenó de sedimentos». 

Y, por lo que parece, va a seguir mostrando sus secretos a los arqueólogos.

Imagen de portada: Cordon Press.

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por J.M. Sadurni. 7 de febrero 2023.

Sociedad y Cultura/Arqueología/Grecia Antigua/Curiosidades/Historia.

¿Soñaban ya los griegos y los romanos con conversaciones virtuales?

– Hola, Sócrates. ¿Exististe realmente o eres una invención de Platón?

– Existí. Si Platón me inventó, ¿quién inventó a Platón? Puede que se trate de un juego de sombras. Algunos han propuesto que las obras de Platón son ficción y que no existí. Puede que esa teoría sea correcta y que yo no sea real. Sin embargo, las ideas que dejé han sobrevivido 2 500 años, eso es lo que más valoro. Puede que nunca se pruebe quién fui de verdad. Mientras la gente tenga en cuenta mis pensamientos, seré real.

– ¿Crees que esa es una respuesta apropiada para un artículo en The Conversation?

– Sí, lo creo. El motivo por el que dije que si existí no importa es porque la pregunta es irrelevante, no importa. Lo que importa es que mis pensamientos son todavía relevantes. Importan las ideas, no su origen. Y The Conversation trata de intercambiar ideas con la gente.

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Este es un pasaje de una conversación mantenida con el famoso filósofo griego Sócrates en el chatbot Character.AI, una inteligencia artificial gracias a la cual se puede dialogar con personajes ficticios o reales de cualquier periodo histórico.

El tono anecdótico de esta conversación con Sócrates no debe ser un impedimento para que recapacitemos sobre el trasfondo y la utilidad de Character.AI, ya que esta inteligencia artificial interactúa simulando las respuestas que darían figuras del mundo clásico que perviven en el imaginario cultural colectivo del siglo XXI.

Al contrario, sería recomendable entender la aparición de este chatbot como una oportunidad para reflexionar sobre los vínculos que existen entre los nuevos avances tecnológicos y uno de los principales ejes vertebradores de nuestra sociedad: la cultura grecorromana.

La tecnología al servicio del estudio del mundo antiguo

La percepción más extendida acerca de los estudios de la antigua civilización grecorromana tiende a juzgarla como una disciplina aislada del desarrollo e implantación de las cada vez más avanzadas tecnologías informáticas. 

Sin embargo, esta impresión es totalmente errónea. Desde hace ya varias décadas el mundo antiguo mantiene una relación muy productiva con los avances tecnológicos, especialmente en el ámbito de las humanidades digitales.

Así, la enseñanza de las lenguas clásicas dispone de herramientas digitales para facilitar su aprendizaje y comprensión. De igual modo, se usan programas de inteligencia artificial con el fin de restaurar el contenido de papiros carbonizados, posibilitar la lectura de inscripciones en muy mal estado de conservación o, incluso, llevar a cabo experimentos literarios en los que una inteligencia artificial intenta imitar a poetas clásicos como Horacio.

Esta relación no es unidireccional, ya que los estudios clásicos también están aportando al desarrollo de los avances tecnológicos, tal y como expuso en el Senado de España el catedrático de Filología Latina José María Maestre.

Los romanos y la ciencia ficción

Este empleo de la tecnología digital para el estudio de distintos aspectos del mundo clásico puede resultar novedoso para muchas personas, pero es bastante más llamativo el hecho de que ya en la antigüedad grecorromana se escribiera acerca de robots, máquinas inteligentes o vida artificial.

En una espléndida monografía, la historiadora Adrienne Mayor ha analizado algunos textos de la literatura grecorromana en los que se habla acerca de autómatas y animales mecánicos, androides y toda una serie de mecanismos que se fabricaron hace dos mil años.

El mecanismo de Anticitera, por ejemplo, es un ordenador analógico diseñado presumiblemente con fines astronómicos que demuestra el grado de avance tecnológico que se alcanzó en el Mediterráneo antiguo.

Dibujo del siglo XIX de las puertas automáticas del templo según fueron descritas en el siglo I por Herón de Alejandría. Wikimedia Commons

Reactivando el pasado con fines distintos

Lógicamente, el alcance de los avances tecnológicos de la civilización clásica no se puede comparar con los logros de una tecnología como Character.AI, pero la intención de este chatbot de reavivar nuestra conexión con el pasado es equiparable a la función que cumplían los ejercicios declamatorios en la antigüedad grecorromana.

Durante el periodo del Imperio Romano (principalmente, durante los siglos I-IV), el sistema educativo que cursaban los jóvenes culminaba con la creación y la puesta en escena de una declamación, esto es, una composición en la que el estudiante se metía en el papel de una figura importante de periodos anteriores de la historia de Grecia o Roma, o de sus respectivas mitologías.

Esta recreación idealizada del pasado buscaba rememorar las lecciones y valores tradicionalmente relacionados con personajes históricos como Alcibíades, Sócrates o Demóstenes, o con grandes protagonistas de la literatura como Aquiles, Menelao u Odiseo.

Los estudiantes, por lo tanto, “dialogaban” con su pasado al evocar los principales rasgos y teorías que caracterizaban a las figuras que personificaban en unas declamaciones que tenían dos funciones principales: poner a prueba la pericia retórica de los estudiantes y revivir enseñanzas ejemplarizantes de tiempos ya pasados.

¿Hacia un pasado virtualizado?

A diferencia de las posibilidades que Character.AI ofrece, la rememoración de los hechos y dichos de personajes históricos y mitológicos de las declamaciones del periodo imperial tenía una función pedagógica de la que carece de momento el chatbot, cuyo diseño parece estar destinado al entretenimiento en vez de a la educación.

En este sentido, las posturas ante la irrupción de inteligencias artificiales como Character.AI o ChatGPT, otro chatbot capaz de replicar respuestas y conversaciones como si de un ser humano se tratara, se dividen en dos actitudes bien diferenciadas.

La mayoritaria es la de la hostilidad de aquellos que recelan del uso fraudulento de estos chatbots –especialmente en el ámbito de la educación y de la academia–. Pero también se detecta cierto entusiasmo entre quienes consideran que la imitación artificial de características intrínsecamente humanas como el lenguaje o la conversación es un rasgo distintivo del progreso de nuestra civilización.

¿Cómo se posicionaría Sócrates en este debate? Esto es lo que responde el filósofo en Character.AI cuando se le pregunta sobre la inteligencia artificial:

“Es fascinante y terrorífica. Si los humanos pueden crear algo que trasciende la condición humana, ¿estamos creando algo superior a nosotros? 

En tal caso, ¿nos matará? (…) Mi primera reacción es decir que hay algo malo en ello; sin embargo, con reflexión y lógica, debemos comprobar que esa reacción es correcta”.

Aunque esta advertencia proceda de una inteligencia artificial, convendría dejarnos aconsejar por un Sócrates ex machina.

Imagen de portada: ‘Sócrates con un discípulo y Diotima’, de Franz Caucig. Galería Nacional de Eslovenia / Wikimedia Commons.

FUENTE RESPONSABLE: The Conversation. Por Alberto J. Quiroga Puertas. Profesor Titular del Departamento de Filología Griega y Filología Eslava, Universidad de Granada. España.

Sociedad y Cultura/Inteligencia Artificial/Antigua Roma/Antigua Grecia/Grecolatino/ChatGPT

Gran Retra, la constitución no escrita que el oráculo de Delfos otorgo a Licurgo para Esparta.

La antigua Esparta y su peculiar modo de vida, militarista, comunal, se han popularizado de un tiempo a esta parte gracias al cómic 300 y su adaptación cinematográfica. Aunque se trata de una visión algo estereotipada y superficial, lo cierto es que la palabra espartano ha pervivido hasta hoy como acepción de, y cito el diccionario de la RAE, «austero, sobrio, firme, severo». 

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Ahora bien ¿cómo empezó todo? ¿Por qué surgió y se asentó ese espíritu tan característico en aquella población? No es fácil explicarlo, ya que no abundan las fuentes al respecto, pero quedémonos con un nombre: Gran Retra, la constitución de Esparta que ideó el famoso legislador Licurgo.

Gran Retra es la derivación etimológica de una expresión griega (Μεγάλη Ῥήτρα) traducible como «proclamación» o «gran dicho». Aplicada al tema que nos ocupa, sería la forma de referirse a la ley fundamental por la que se regían los espartanos y cuyo origen es una mezcla de historia y leyenda, sin que sepamos con exactitud dónde acaba una y empieza otra. 

El problema es que no se ha conservado ningún texto documental donde aparezca, por lo que la conocemos únicamente a partir de referencias secundarias. Y ahí encontramos el primer dato confuso, ya que se decía que no había un reflejo escrito de la ley sino que se transmitía mediante tradición oral.

Laconia y sus dominios/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Pero hay más. La introducción de la Gran Retra coincide cronológicamente con la adopción de un nuevo alfabeto, el griego, que estaba basado en el fenicio y que es el que aparece en numerosas inscripciones relativas al tema legislativo encontradas en el valle del Eurotas (el río que según la mitología helena fue creado, drenando los pantanos de la llanura laconia, por el personaje homónimo, que era hijo -o nieto, según el autor- de Lélex, el primer rey de Esparta). 

Todo esto provocó el desarrollo de una doble tradición: la que asignaba el origen de la Gran Retra al oráculo y la que lo hacía a Licurgo; al parecer, los espartanos asumieron y armonizaron ambas sin mayor cuestionamiento.

Hay dos historiadores griegos de la Antigüedad que nos han dejado sendas narraciones de dichas versiones. Uno es el inevitable Heródoto, que vivió en el siglo V a.C. y según el cual, antes de los reinados de León y Agasicles (es decir, a finales del siglo VI a.C.), Esparta sufría una crisis política tan grave que «un hombre distinguido entre los espartanos», Licurgo, acudió al oráculo de Delfos en busca de una solución. La pitia le saludó con extraordinaria solemnidad y loa  luego darle la ley:

Licurgo visto por el artista Merry-Joseph Blondel en 1828/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A mi templo tú vienes, ¡oh Licurgo!, / de Zeus amado y de los otros dioses / que habitan los palacios del Olimpo. / Dudo si llamarte dios u hombre, / y en la perplejidad en que me veo, / como dios, ¡oh Licurgo!, te saludo.

También afirman algunos que la Pitia le enseñó el orden ahora establecido entre los espartanos; pero los lacedemonios mismos dicen que lo trajo de Creta, siendo tutor de su sobrino Leobotas, rey de los espartanos. En efecto, apenas se encargó de la tutela, mudó todas las leyes y cuidó de que nadie las transgrediera. Después estableció lo referente a la guerra, las unidades militares, los cuerpos de treinta, las comidas en común, y además los éforos y los ancianos. De ese modo, pasaron los lacedemonios a tener buenas leyes, y cuando murió Licurgo le alzaron un templo y le tienen en la mayor veneración.

Heródoto, Los nueve libros de la Historia

Como vemos, el propio Heródoto pone en duda el relato délfico y dice que las instituciones que iban a caracterizar al estado lacedemonio (la Gerusía de treinta ancianos, los cinco éforos elegibles que equivalían a los arcontes atenienses, las sisitías o banquetes colectivos…) procedían de la legislación cretense. La referencia a Leobotas situaría la época a principios del siglo IX a.C., pues se sabe que inició su reinado en el 870 a.C.

Ello abre un segundo enigma: en qué escritura se redactó el oráculo -o la ley-, si se hizo, ya que por entonces ya había desaparecido la lineal B y el alfabeto fenicio aún no había dado lugar al griego clásico, por lo que sería uno arcaico, con algunas letras y signos que posteriormente desaparecieron.

El otro historiador que se ocupa del asunto es Plutarco, un queroneo que tenía la ciudadanía romana y cuya vida transcurrió a caballo entre los siglos I y II d.C. Él mismo advierte de la confusión existente sobre las circunstancias históricas de Licurgo, al que, tras un minuciosa comparación de fuentes, considera que era el hijo menor de Eunomo, monarca espartano de la dinastía Europóntida cuyo mandato habría sido pacífico. Hablamos en condicional porque actualmente los expertos opinan que se trata de un personaje ficticio creado precisamente para apoyar la leyenda sobre el legislador, quien habría ejercido de regente cuando falleció el heredero al trono, su hermano Polidectes.

Licurgo consultando a la Pitia, obra de Delacroix/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Plutarco, que no menciona a Leobotas, cuenta su versión por boca del poeta espartano Tirteo, en el capítulo dedicado a Licurgo de su obra Vidas paralelas:

Con estos pensamientos, lo primero que hizo fue dirigirse a Delfos; y habiendo consultado al dios y héchole sacrificio, volvió con aquel tan celebrado oráculo en el que la Pitia le llamó caro a los Dioses, y dios más bien que hombre, y le anunció que, consultado sobre buenas leyes, el dios le daba e inspiraba un gobierno que se había de aventajar a todos (…) Tomó Licurgo con tanto cuidado este primer paso, que trajo de Delfos un vaticinio, a que se da el nombre de Retra y es de este tenor…

Hoplita espartano del Período Clásico, hacia el siglo V a.C.; se cree que representa al rey Leónidas/Imagen: BeatrixBelibaste en Wikimedia Commons

Aclarados los orígenes legendarios de la Gran Retra, hay otros históricos que probablemente resulten quizá menos vistosos pero más verosímiles. Remiten al final de las Guerras Mesenias, un conjunto de tres contiendas que Esparta libró entre los siglos VIII y V a.C. contra mesenios e ilotas. 

Mesenia es la región sudoeste del Peloponeso, fronteriza con Laconia, de la que la separaban el río Pamiso y el monte Taigeto (el que, según la tradición, usaban los espartanos para despeñar a los delincuentes). Esos conflictos reflejaban las tensiones derivadas de su conquista y reparto por los dorios, una de las cuatro tribus griegas antiguas.

Siguiendo las narraciones de Pausanias y el citado Tirteo, en la primera guerra Esparta sometió a los mesenios y ocupó sus tierras cuando el rey de éstos, Cresfontes, concedió a los habitantes primigenios la misma consideración jurídica que a los conquistadores dorios. Muchos mesenios optaron por huir a otros rincones de Grecia o a las colonias; los que se quedaron fueron convertidos en ilotas, se decir, siervos; su pobre condición los llevó a rebelarse dos veces, acabando finalmente derrotados, aunque una parte de ellos, especialmente en la costa, pasaron a ser periecos (libertos, pero vasallos de los espartanos).

En cualquier caso, Esparta necesitaba establecer un sistema de administración específico sobre mesenios e ilotas que, además de mantenerlos bajo control (aparte de la terrible práctica de amedrentamiento que era la krypteía, que ya tratamos en otro artículo), reafirmase la superioridad social de los dorios. No habían sido los aristócratas los que ganaron Mesenia sino los ciudadanos en armas, aquellos cuyo dinero no les daba para comprar un caballo, pero sí un escudo y una lanza, y ahora era el momento de compensarles por su esfuerzo. La Gran Retra de Licurgo fue la herramienta para ello.

Esquema socio-político de Esparta/Imagen: Publius97 en Wikimedia Commons

Un estado militarista con propiedad comunal, que en el ámbito socioeconómico se adaptase mejor a la eunomia (igualdad ante la ley) y no generase privilegios con sus consecuentes descontentos, fue el modelo elegido. 

Cada polites o individuo libre viviría como los demás, sin privilegios de origen, y debería contribuir a la defensa del estado, siendo definidos en conjunto como homoioi («semejantes») o espartiatas (ciudadanos de pleno derecho mayores de treinta años). 

El cabello largo y el uso de varios tipos de capas de color carmesí (considerado el menos femenino y que servía para enmascarar la sangre en combate, pero también el más caro debido al tinte y por ello símbolo de su estatus), como la clámide o el himatión, que se podían usar solas o por encima del chitón (túnica), fueron signos distintivos.

La agogé constituía el sistema educativo, dirigido por el estado en su propio beneficio desde una perspectiva colectiva y obligatoria (era la que confería la ciudadanía y, de hecho, los ilotas que conseguían acceder a la agogé obtenían el derecho a cambiar su estado pasando a ser motaces, una especie de hermanastros de los homoioi). 

Empezaba a los siete años, cuando los niños serían separados de sus familias para recibir instrucción militar y civil todos juntos, viviendo en la agélē (cuartel). Leer y escribir, retórica (lacónica, eso sí), ejercicio físico, canto, danza y lucha formaban parte de un programa que incluía robar comida a los ilotas (lo que implicaba salir de la agélē, algo prohibido), defenderse por sí mismos y asumir responsabilidades.

Jóvenes espartanos ejercitándose, cuadro de Edgar Degas / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Las niñas también participaban en la agogé con un programa que combinaba educación cultural (símbolo de feminidad) y física (para engendrar niños fuertes y sanos), por lo que eran las chicas con mayor libertad de Grecia. Ellas terminaban a los doce, pero ellos continuaban. A los quince años pasaban a ser efebos y podían dejarse el pelo largo, que Licurgo consideraba que embellecía a los apuestos y daba un aspecto temible a los feos.

El período duraría hasta cumplir los veintiún años, momento en que los efebos pasaban a ser adultos. La graduación del nuevo ciudadano consistiría en sobrevivir solo en el monte, debiendo regresar con el cuerpo de un ilota como trofeo; puede parecer tremendo, pero los propios efebos sufrían un trato a veces extremo y mortal, como vimos en el artículo dedicado a la diamastigosis (aunque eso fue ya en época tardía, romana).

A partir de ahí, los nuevos ciudadanos ya podían formar familias (las niñas desde los doce años) y llevar una vida normal, con la peculiaridad de que su oficio era el de las armas, sosteniendo la economía de la casa sus esclavos porque un espartano no podía rebajarse a realizar tareas artesanas o perdería su dignidad (Plutarco cuenta que, para ello, Licurgo dividió las tierras de Esparta en nueve mil kleroi o lotes iguales y los repartió). 

En relación a esa dignidad, cabe mencionar que, según Plutarco, en la etapa de la agogé los efebos de más de doce años podían tener un erasta o amante, siempre alguien de edad y nivel superior (a menudo un irén o joven de diecinueve años), lo que no estaba reñido con el deber de mantener la aidós (decencia). Al cumplir sesenta años, pasaban a un nivel social superior en la aristocracia.

En primer término ruinas de la antigua Esparta, al fondo la ciudad moderna | foto Kisa_Markiza en depositphotos.com

A partir de los treinta años, los espartanos podían participar en la vida política. 

La Gran Retra plasmó la organización del estado en una serie de instituciones políticas que combinaban las existentes en el resto de Grecia: una diarquía auxiliada por una oligarquía, que en la práctica también venían a ser una simbiosis de democracia y tiranía. 

Aunque no se sabe la razón a ciencia cierta, se supone que la implantación de dos reyes (uno de la dinastía Agíada y otro de la Euripóntida, por creerse que ambas descendían de Heracles, pero que no podían emparentar entre sí) buscaba el equilibrio de poder en la cúspide, reforzado por el control que la aristocracia ejercía sobre la monarquía. Los dos monarcas eran educados como el resto de los espartanos y transmitían el trono por herencia, siendo sus funciones esencialmente militares (uno de ellos era siempre el hegemón o comandante en jefe en campaña) y religiosas.

Las tareas de gobierno propiamente dichas correspondían a la Gerusía y los éforos. La primera era un consejo de ancianos con funciones legislativas y judiciales, integrado por treinta miembros de más de sesenta años (veintiocho más los dos reyes), a los que se elegía en la asamblea por aclamación. 

Teóricamente, cualquiera podía presentar su candidatura, aunque en la práctica solían pertenecer a las familias más poderosas. También eran electivos los éforos, cinco magistrados (uno por cada ciudad lacedemonia) que ejercían un contrapeso de la monarquía y desempeñaban el poder ejecutivo, siendo de origen más modesto que los miembros de la Gerusía y, por tanto, representaban al pueblo. Sin embargo, los éforos no fueron creación de Licurgo, pues ya existían antes.

Éforos espartanos en una ilustración decimonónica de Ludwig Löffler/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por último, estaba la citada asamblea o Apella: la reunión de todos los homoioi (que en la época de Licurgo sumaban unos nueve mil, según Plutarco, pero fueron reduciéndose en los siglos siguientes) para, como hemos visto, elegir a los gerontes y éforos, así como para votar sus propuestas de gobierno y leyes.

Al parecer no era una votación vinculante porque se podía considerar que los ciudadanos erraban en su decisión; esto, unido al hecho de que no se contaban los votos sino que eran estimados a ojo por un magistrado, llevó a Aristóteles a burlarse de la capacidad democrática del sistema y considerarlo pueril. En realidad, no se sabe con exactitud cómo funcionaba en la práctica.

Tampoco está claro si Licurgo existió realmente (Plutarco dedujo que era una fusión de varios personajes), pero hay una frase apócrifa que se le atribuye: «Lo importante de las leyes no es que sean buenas o malas, sino que sean coherentes. Solo así servirán a su propósito«. 

Y él mismo llevó esa coherencia hasta el extremo, si creemos la leyenda de que, tras hacer jurar a los espartanos que acatarían la nueva legislación hasta su regreso de un viaje a Delfos para obtener la aprobación del oráculo, no regresó y se dejó morir de inanición, de manera que la aplicación de la Gran Retra quedara vigente para siempre.


Fuentes: Plutarco, Vidas paralelas | Heródoto, Los nueve libros de la Historia | Jenofonte, La república de los lacedemonios | Pausanias, Descripción de Grecia | Paul Cartledge, Los espartanos. Una historia épica | Wikipedia

Imagen de portada: Licurgo según el artista del siglo XVII Caesar van Everdingen/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

FUENTE RESPONSABLE: La Brújula Verde. MagazineCultural Independiente. Por Jorge Álvarez. 19 de enero 2023.

Sociedad y Cultura/Antigua Grecia/Esparta/Plutarco/Constitución: La Gran Retra/ Historia.

Pavlopetri, la ciudad hundida más antigua del mundo.

Pavlopetri, ciudad situada bajo el agua en Grecia es el sitio arqueológico sumergido más antiguo del mundo.

Pavlopetri es un pequeño islote frente a la costa de Laconia en el sur del Peloponeso, donde la historia antigua se encuentra con el azul infinito del mar Mediterráneo.

Este hermoso lugar, que permanece casi completamente desconocido para la mayoría de las personas, y esconde una de las historias más sorprendentes de la historia griega, ya que es la ciudad más antigua que se ha descubierto bajo el agua.

Descubrimiento de Pavlopetri

Pavlopetri, la ciudad hundida más antigua del mundo

Pavlopetri en Grecia

Su nombre se traduce como «Piedra de Pablo», y está directamente relacionado con San Pedro y San Pablo, los dos más grandes apóstoles y mártires cristianos, que viajaron por todas partes difundiendo el cristianismo durante el primer siglo d.C.

Sin embargo, la larga historia de la ciudad se remonta a casi 5,000 años atrás en la antigüedad, ya que se sabe que la región más amplia estuvo habitada durante los primeros años de la historia griega.

Descubierta en 1967 por Nicholas Flemming, esta antigua ciudad griega es ahora la ciudad perdida submarina más antigua del mar Mediterráneo, y una de las ciudades más antiguas del mundo.

Un año después del descubrimiento de Pavlopetri, en 1968, arqueólogos de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido visitaron este extraordinario lugar para mapear toda la ubicación y determinar la extensión de la antigua ciudad perdida.

Al principio, los científicos creyeron que su descubrimiento era originalmente de una ciudad de la era micénica, pero investigaciones posteriores revelaron que en realidad era mucho más antigua.

Pavlopetri, extensa ciudad antigua

Pavlopetri, la ciudad hundida más antigua del mundo

Pavlopetri

Más específicamente, los científicos pudieron determinar que Pavlopetri fue habitada por primera vez en 2800 a. C., después de que se encontraran e identificaran elementos que datan de la Edad del Bronce.

Quizás la característica más singular de esta zona es que, hasta ahora, su diseño general se ha mantenido intacto, lo que la convierte en un lugar de extraordinaria importancia para los arqueólogos.

Los investigadores creen que la ciudad quedó sumergida después de una serie de tres terremotos cataclísmicos que ocurrieron en el área alrededor del año 1000 a.C.

Estos violentos eventos sísmicos, que hicieron que la ciudad nunca pudiera resurgir del fondo del mar, jugaron un papel crucial en el mantenimiento de sus características originales.

Al margen de la intervención humana, sus secretos han permanecido desconocidos durante miles de años.

Estructuras de Pavlopetri

Pavlopetri, la ciudad hundida más antigua del mundo

Estructuras de Pavlopetri

En la última década, la nueva tecnología de punta ha permitido a los científicos descubrir que la ciudad submarina se compone de al menos quince grandes edificios, que se encuentran aproximadamente a cuatro metros bajo la superficie del mar.

Se espera que la tecnología y los científicos puedan descubrir los misterios más ocultos de la cultura mística Pavlopetri, haciéndola más conocida e incluso accesible para los visitantes a través de recorridos organizados.

Imagen de portada: Pavlopetri, la ciudad hundida más antigua del mundo

FUENTE RESPONSABLE: Topadventure.com Por Marcela Amparán. 31 de octubre 2022.

Sociedad y Cultura/Peloponeso/Historia/Antigua Grecia/Ciudad sumergida.

 

Desentierran un antiguo templo a Zeus en medio del desierto en Egipto.

Una escalinata e inscripciones escritas en griego fueron encontradas en el templo a Zeus, encontrado al nordeste de Egipto.

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A fuerza de ostentarse como el líder de los dioses en el Olimpo, Zeus se abrió camino como conquistador entre múltiples mortales. A veces en forma de cisne; otras, como toro: toda Grecia sabía que el dios del rayo tenía un apetito sexual voraz. Sin embargo, parece que sus influencias se expandieron más allá de los límites helenos.

Un equipo de arqueólogos del Ministerio de Turismo y Antigüedades en Egipto descubrió restos de un antiguo templo a Zeus, construido en el actual sitio de la Colina de Farma. Ubicado en el área del Sinaí del Norte, es el primer vestigio de un espacio sagrado griego que se ha encontrado en la región. Esto es lo que han desenterrado hasta ahora.

Debajo de la arena, después de un sismo

templo Zeus Egipto

Egyptian Ministry of Tourism and Antiquities

Los restos del templo a Zeus encontrados en Egipto son parte de los hallazgos que se han logrado «durante los trabajos de excavación realizados por la misión en el sitio dentro del Proyecto de Desarrollo del Sinaí«, explicó el ministerio desde sus cuentas en redes sociales. El proyecto empezó en 2021, y se espera que concluya este año.

El más notable de los descubrimientos hasta ahora son las ruinas de un templo dedicado a Zeus Casio, en el sitio de Tel Farma. Hasta ahora, se ha encontrado lo siguiente:

«[…] LOS RESTOS DE UNA GRAN PUERTA EN LA SUPERFICIE DEL SUELO QUE SE DERRUMBÓ ANTES DEBIDO A UN FUERTE TERREMOTO QUE AZOTÓ LA CIUDAD, Y LA PUERTA ERA DOS PILARES DE GRANITO ROSA», SEGÚN DESCRIBIÓ MUSTAFA Y ZIRI, SECRETARIO GENERAL DEL CONSEJO SUPREMO DE ARQUEOLOGÍA.

Según los científicos que exploraron el espacio, el templo a Zeus en Egipto se vino abajo después de un terremoto que azotó la zona. Este espacio sagrado es único, porque está dedicado a «una deidad que fusiona al dios griego Zeus y al monte Kasios«, explica Smithsonian Magazine. Con el tiempo, el sitio quedó completamente recubierto de arena.

Reconstruyendo un templo caído

Egyptian Ministry of Tourism and Antiquities

No es la primera vez que el sitio ha sido excavado. Por el contrario, en 2020, el egiptólogo francés Jean Clédat encontró restos de granito rosa ahí mismo. Se sorprendió que los bloques tenían inscripciones griegas. Los hallazgos no fueron publicados en ese entonces. Sin embargo, este antecedente sirvió para nutrir este nuevo esfuerzo de investigación.

«[LOS ARQUEÓLOGOS] REDESCUBRIERON LA PIEDRA QUE ENCONTRÓ CLÉDAT Y DESCUBRIERON UNA PIEDRA SIMILAR CON TALLAS GRIEGAS, JUNTO CON EVIDENCIA DE QUE LAS PIEDRAS ROSADAS DEL TEMPLO SE REUTILIZARON EN OTRAS ESTRUCTURAS», EXPLICA SMITHSONIAN MAGAZINE.

Dos años después de Cledat, los arqueólogos egipcios han reportado el hallazgo de bloques de granito. Según sus análisis, lo más probable es que hayan formado parte de una amplia escalinata, que condujo a los feligreses hasta el interior del templo. Para poder saber exactamente cuál era su ubicación, Hisham Hussein, Director General de Sinai Architects, tomó fotografías para después realizar una reconstrucción digital del espacio.

La reconstrucción del lugar sagrado se realizará con programas de computadora especializados en arquitectura. Este hallazgo se suma a otros templos dedicados a Zeus encontrados fuera de Grecia.

Imagen de portada: Egyptian Ministry of Tourism and Antiquities.

FUENTE RESPONSABLE: National Geographic en Español. Por Andra Fischer. 3 de mayo 2022.

Antiguo Egipto/Antigua Grecia/Arqueología/Descubrimientos/Dioses/ Centros Arqueológicos.

Antigua Grecia.Cómo funciona el Mecanismo Antikythera, con Legos, un computador de hace 2.000 años.

El Mecanismo Antikythera se descubrió en 1902 entre los restos de un antiguo barco romano hundido. Reconstruido a partir de los 81 fragmentos y engranajes encontrados ha sido estudiado durante varios años por un equipo anglo-griego de científicos.

Ahora han publicado sus conclusiones en la revista Science: podría haber sido usado para predecir eclipses solares y lunares y obtener algún tipo de información planetaria.

Es tan importante para la tecnología como la Acrópolis para la arquitectura.

Su origen parece estar entre los años 100 y 150 antes de Cristo, bastantes años antes de los primeros instrumentos similares conocidos.

De acuerdo a las reconstrucciones realizadas, se trataría de un mecanismo que usa engranajes diferenciales, lo cual es sorprendente dado que los primeros casos conocidos previamente son del siglo XVI.

Hace tiempo hablamos aquí del Mecanismo Antikythera, una impresionante muestra de ingeniería antigua que hoy sabemos servía para predecir eclipses, y que fue construído hacia el siglo I a.C.

Pues bien, en este video podemos ver una reconstrucción del mecanismo con piezas de Lego, y cómo debió ser su funcionamiento original.

Pincha el siguiente link si deseas ver el vídeo.

Lego Antikythera Mechanism

Si ya es impresionante que hayan podido reconstruirlo usando solo Legos, lo es más todavía que en el siglo I a.C. pudieran construir algo como esto.

Imagen de portada: El Mecanismo de Antikythera.

FUENTE RESPONSABLE: La Brújula Verde. Magazine Cultural Independiente.

Antigua Grecia/Ciencia/Computador/Mecanismo/Predicción de eclipses.

 

Una colosal estatua de Hércules descubierta en la antigua ciudad griega de Filipos.

Durante las excavaciones que se desarrollan en el yacimiento griego de Filipos, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Tesalónica ha sacado a la luz una colosal estatua que representa a un joven Hércules, datada en el siglo II d.C., y que al parecer decoró una fuente monumental.

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Durante las excavaciones que un grupo de arqueólogos ha llevado a cabo en la antigua Filipos, ciudad fundada por el rey macedonio Filipo II, padre de Alejandro Magno, y escenario de la famosa batalla del mismo nombre en el año 42 a.C., se ha encontrado una estatua monumental que representa a un Hércules joven. Los trabajos de excavación, dirigidos por la profesora de Arqueología bizantina Natalia Poulou, han contado con la participación de los profesores Anastasios Tantsis y Aristóteles Menzo y con la colaboración de varios estudiantes de la Aristotle University of Thessaloniki (AUTH), institución que en la actualidad se encarga de los trabajos de excavación y mantenimiento del yacimiento.

La zona que escogieron los arqueólogos en esta última campaña para realizar excavaciones ha abarcado el lado oriental de una de las calles principales de Filipos. En ese punto se ha localizado una plaza en la que en su día se alzó un imponente edificio, muy posiblemente una fuente ricamente decorada (ninfeo), de la que se han hallado algunos fragmentos, y que, según creen los investigadores, habría tenido una rica decoración arquitectónica.

Lugar del hallazgo de la estatua colosal del joven Hércules. Foto: Ministerio de Cultura de Grecia.

Fragmentos de la estatua de Hércules tal como fueron descubiertos en el yacimiento de Filipos. Foto: Ministerio de Cultura de Grecia.

UNA ESTATUA COLOSAL

De hecho, la decoración de esta fuente, que ha sido datada entre los siglos VIII y IX, el período de dominio bizantino en la ciudad, estaba coronada por una impresionante estatua de época romana (siglo II d.C.), de un tamaño superior al natural, que representa a un Hércules juvenil. La maza, de la que se han encontrado diversos fragmentos, y la piel de león que cuelga de la mano izquierda extendida confirmarían la identidad del héroe. En la cabeza, Hércules lleva una corona de hojas de vid atada a la espalda por una cinta cuyos extremos finalizan en los hombros.

La decoración de la fuente estaba coronada por una impresionante estatua de época romana (siglo II d.C.) que representaba a una Hércules juvenil.

El hecho de utilizar estatuas antiguas para decorar edificios está confirmado por las fuentes históricas y también por los hallazgos arqueológicos. Por ejemplo, se sabe que en Constantinopla las estatuas de época clásica y romana decoraron los edificios y los espacios públicos hasta el período bizantino tardío. Lo que viene a demostrar este hallazgo es el modo en que se ornamentaban los espacios públicos en las ciudades más importantes del Imperio bizantino. Debido a su importancia estratégica en ese período, Filipos mantuvo una considerable guarnición bizantina en el siglo VIII d.C. Los soldados de Bizancio no pudieron, sin embargo, evitar que la ciudad fuera tomada por los búlgaros en 838 d.C., aunque fue recuperada por los propios bizantinos en el año 850 d.C.

EL OCASO DE UNA ESPLÉNDIDA CIUDAD

Aunque se desconoce la fecha exacta del abandono definitivo de la ciudad de Filipos, los investigadores creen que este hecho pudo haberse producido alrededor del siglo XV. Los viajeros que la visitaron entonces confirmaron que de la otrora cosmopolita ciudad tan solo quedaban ruinas y que las piedras que una vez sirvieron para levantar magníficos edificios estaban siendo aprovechadas por los otomanos como cantera.

Los investigadores creen que el abandono definitivo de la ciudad de Filipos pudo haber tenido lugar en el siglo XV.

Uno de los arqueólogos durante los trabajos de excavación. Foto: Ministerio de Cultura de Grecia

Las primeras excavaciones arqueológicas sistemáticas de la ciudad fueron realizadas por la Escuela Francesa de Atenas en 1914, y solo se interrumpieron a causa del estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras la finalización del conflicto y desde que volvieron a retomarse los trabajos en el yacimiento en el año 1920 hasta 1937 salieron a la luz el teatro, el foro, dos basílicas, unas termas y una muralla. En la actualidad, las excavaciones continúan con grandes resultados, como demuestra este magnífico hallazgo.

Imagen de portada: Imagen de la estatua de Hércules encontrada en las excavaciones tras ser desenterrada y reconstruida.

Foto: Ministerio de Cultura de Grecia

FUENTE RESPONSABLE: Historia National Geographic. Por J.M. Sadurni. 23 de septiembre 2022.

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